Alteraciones del ciclo estral en la perra y en la gata

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En ocasiones, se pueden dar alteraciones del ciclo estral en la perra y en la gata que pueden ser más o menos importantes según su origen o sus consecuencias, por lo que es necesario conocerlas en profundidad.

En otro artículo ya se explicó el ciclo estral en la perra por lo que vamos a resumir el de la gata. Las gatas son poliéstricas estacionales con ovulación inducida (es decir, tienen varios celos por temporada reproductiva en caso de no quedar gestantes).

Resumen del ciclo estral de la gata

1 Proestro: etapa del comienzo del celo que en las gatas es imperceptible (las perras tienen  tume­facción de la vulva y secreción serosanguino­lenta). En esta fase pueden aparecer signos de fricción contra objetos o personas y fases de vocalización. La duración media es de 2 días.

2 Estro: la duración media es de 6 días, aunque en el mo­mento de la monta esta fase desaparece dando lugar a la gestación, ya que son de ovulación pro­vocada, o bien aparece una nueva fase llamada interestro que precedería a un nuevo estro.

3 Diestro (también llamada fase luteínica): cuya duración media es de 60-90 días y acaba imper­ceptiblemente en el anestro.

4 Anestro: fase de reposo sexual que en las gatas dependerá de las horas de luz.

Tras esta breve introducción abordaremos aho­ra las patologías observadas durante el ciclo estral en las hembras. Estas patologías pueden tener más o menos importancia dependiendo de la causa que las produzca o de si estos procesos conllevan infertilidad en caso de hembras que se destinen a la reproducción.

Hembras con ausencia de celos

Las hembras que no tienen celo se pueden cla­sificar en dos tipos:

  • Anestro primario: hembras que no han entra­do en estro a partir de los 24 meses de vida.
  • Anestro secundario: hembras púberes que tras un estro no han vuelto a ciclar pasados 16-20 meses.

Las causas de estas alteraciones pueden ser:

  • Celos silenciosos: el propietario no se perca­ta del celo en su mascota debido a que no presenta signos externos durante esta fase. Se diagnostica por medio de citologías seriadas o de niveles séricos de progesterona. Estas hembras son fértiles.
  • Patologías ováricas: quistes luteínicos (quiste que se desarrolla a partir del cuerpo lúteo) u ooforitis (inflamación de ovarios) asociada o no a infecciones de la trompa de Falopio. Su diagnóstico precisa de citologías vagina­les, análisis séricos de hormonas e incluso de ecografías.
  • Patologías extrarreproductivas: se deben a patologías que no tienen nada que ver con alteraciones genitales, como desequilibrios alimenticios, tratamientos médicos, altera­ciones ambientales (hembras que vivan bajo estrés con hembras dominantes, espacios con pocas horas de luz, dietas desequilibradas, etc.) e incluso ovariohisterectomías no des­critas o ignoradas por el propietario. También se deben descartar las patologías hormonales como el síndrome de Cushing o el hipotiroi­dismo, así como enfermedades sistémicas.

Por este motivo, tanto en estas patologías como en las que describiremos a continuación la anamnesis es primordial y debe incidir en todos los aspectos de la vida de la hembra. En este punto es donde el asistente puede ayudar mu­cho al veterinario, ya que en la misma sala de espera puede ir anotando todos los aspectos an­tes mencionados: tipo de alimentación, relación con el entorno, convivencia con otras hembras, hábitat, fecha del último celo, características de ese último celo (duración, aspecto del sangra­do, actitud de la hembra), etc.

En el estro la hembra acepta al macho.

Hembras con celos persistentes

En la perra se considera que un celo es persis­tente si el sangrado dura más de 21 días con­secutivos, y en la gata, si mantiene la actitud de fricciones y vocalizaciones durante más de 10 días

Las causas pueden ser patologías ováricas debi­das a quistes foliculares e incluso algunos tumo­res ováricos. Los quistes foliculares aparecen por regla general en hembras menores de 3 años y los tumores, en hembras mayores de 5 años. Como efectos secundarios de estas patologías pueden producirse hiperplasia endometrial quística (más frecuente en gatas) y anemia aplá­sica con leucopenia y trombocitopenia por su­presión de la médula ósea debidas al manteni­miento de los valores de estrógenos en sangre. El diagnóstico se realiza por medio de citolo­gías, ultrasonografías e incluso análisis sérico de estradiol, aunque esta última prueba es poco fiable y puede llevarnos a error.

Muchas de estas patologías se resuelven por medio de la ovariohisterectomía, salvo en aque­llas hembras reproductoras que precisarán tra­tamientos hormonales específicos para el buen funcionamiento de su sistema reproductivo.

Hembras con ciclos acortados

Síndrome del anestro acortado

Son ciclos estrales normales con ovulación y luteinización pero adelantados en el tiempo. Aunque haya fertilización, el útero no está preparado para la implantación del embrión y mantenimiento de la gestación, sobre todo si se ha producido un parto con anterioridad, ya que el útero necesita de 130 a 150 días para involu­cionar tras el estro. Por eso la presentación de ciclos en periodos menores a 4 meses son ciclos infértiles. Se cree que se debe a alteraciones en el eje hipo­tálamo-pituitaria-ovario.

Ciertas razas pueden presentar estos acortamien­tos entre ciclos, e incluso de 4,5 meses, y ser fér­tiles, como el Pastor Alemán o el Rottweiler.

Se debe esperar hasta los 3 años para considerar esta patología, ya que hay hembras que tras este periodo normalizan los tiempos entre ciclos. El diagnóstico se realiza mediante citologías ru­tinarias y determinación de progesterona. El tratamiento de estas patologías consiste en inducir el anestro mediante compuestos hor­monales.

Aspecto de la vulva durante el estro.

Celos partidos

La hembra presenta un primer ciclo con secre­ción serosanguinolenta que dura unos 5-7 días, seguido de un corto periodo de un ciclo estral normal. Este segundo ciclo suele aparecer a las 2-3 semanas, pero puede incluso aparecer a los dos meses después del primer celo. Esto ocurre en las hembras jóvenes. En este primer ciclo no hay ovulación y en poco tiempo hay un segundo ciclo reproductivo con características normales.

El diagnóstico se realiza mediante citologías vaginales y seguimiento de niveles de proges­terona en sangre. No suele ser necesario aplicar ningún tratamiento.

Ciclos anovulatorios

El ciclo anovulatorio es aquel en el que no se produce pico de hormona luteinizante (LH) y, por consiguiente, no hay eclosión folicular y no se liberan al cuerno uterino los ovocitos que puedan ser fecundados.

Todas las causas son de tipo hormonal: secre­ción insuficiente de hormona liberadora de gonadotropina (GnRH) del hipotálamo, fallo en la señal estrogénica del ovario para poten­ciar la producción de LH, secreción insuficiente de LH de la hipófisis y fracaso del ovario para interpretar una señal normal de LH.

Para su diagnóstico se deben determinar los niveles de progesterona durante el diestro, que estarán disminuidos; las citologías no son útiles en estos casos. Suelen ser hechos aislados, por lo que no precisan tratamiento, y que derivan en un estro partido que será normal cuando se presente el próximo celo.

¿Cómo puede ayudar el asistente ante estas patologías?

El ATV suele ser el primer profesional que inte­racciona con el propietario, por lo que durante la entrevista previa a la entrada en la consulta rea­lizará una anamnesis profunda y sistemática del animal y nos proporcionará toda la información que necesitamos. Tendrá que preguntar al propie­tario acerca de toda la vida de la hembra y no cen­trarse sólo en ese posible problema de infertilidad, ya que existen muchas patologías asociadas a las alteraciones del ciclo estral en las hembras. En el cuadro se puede ver una lista con toda la informa­ción que hay que recopilar. Toda esta información suministrada al veterinario al entrar en la consulta orientará mucho el diagnóstico y nos guiará hacia un posible tratamiento.

En la bibliografía existen cuestionarios muy completos que podemos modificar para nues­tro quehacer diario ante estas patologías, por lo que tener protocolos específicos a nuestra dis­posición nos ayudará a no pasar por alto ningún aspecto que nos pueda orientar correctamente hacia el diagnóstico y posible tratamiento.

Así mismo, el ATV podrá aconsejar al propie­tario de una hembra que quiera criar acerca del momento adecuado de la monta, alimentación apropiada durante la gestación y, cómo no, re­conocimientos periódicos durante la gestación para asegurar en la medida de lo posible que la hembra tendrá una camada sana y fuerte.

Hacerse cargo de una camada supone esfuer­zo y dedicación, por lo que hay que dejar muy claro al propietario que existen camadas muy numerosas dependiendo de las razas, y que si siguen adelante con la cría, deben asegurarse de que cada uno de los cachorritos tendrá una vida digna con los cuidados necesarios de higiene y salud.

La esterilización de hembras que no vayan a de­dicarse a la cría es el mejor método para evitar estas patologías y muchas más relacionadas con el sistema reproductor, por lo que también se le tiene que ofrecer esta posibilidad al propietario para evitar camadas no deseadas y muchos que­braderos de cabeza.

Información que el ATV debe obtener del propietario
• Estado vacunal y desparasitaciones.
• Enfermedades anteriores, aunque no tengan nada que ver con problemas reproductivos y sus tratamientos.
• Síntomas anteriores de enfermedades sistémicas (vómitos, diarreas, falta de apetito).
• Dieta habitual (comercial o casera, marca de pienso, etc.) así como hábitat y relaciones con otras mascotas (incidiremos más en las relaciones con machos durante los celos).
• Análisis o pruebas tiroideas anteriores.
• Si recibe alguna clase de medicación.
• Antecedentes reproductivos, así como historial de los ciclos: presentación del primer celo, duración de los celos, espacios interestro promedio en días del sangrado, aceptación de machos, citologías vaginales, medicaciones para inducir celos, etc.
• Otros análisis hormonales.

Extraído de: Mª Concepción Puerto, Alteraciones del ciclo estral en la hembra, Ateuves 39, pags. 28-32.

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