La atopia en las mascotas

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La dermatitis atópica es una patología dermatológica crónica bastante frecuente en perros y gatos. El auxiliar veterinario debe conocer todos los aspectos relacionados con esta enfermedad para poder aconsejar al propietario correctamente.

Vamos a presentar una situación cada vez más habitual en nuestras clínicas y que seguramente a la mayoría de vosotros os resulta familiar. Llega a consulta la propietaria de un Bulldog francés adulto joven, Roco, explicando desesperada cómo desde hace unos días su perro se rasca y se lame con fruición. Y antes de que podáis darle los buenos días os enseña las orejas y el hocico del perro, colorados, y esos “granitos que le han salido en la barriga”. Por no hablar de que se pasa el día lamiéndose las patas y el trasero como si le hubiese picado una pulga. Así que de paso os dice (sin que todavía hayáis podido abrir la boca)  que se ve que esa última pipeta antiparasitaria tan cara que le habéis recomendado no funciona porque Roco se sigue rascando. ¿Os suena?

Quizá os encontréis ante un perro que padece una dermatitis atópica. Pero, ¿qué es la atopia?  Se trata de una predisposición genética a desarrollar una hipersensibilidad mediada por IgE frente a alérgenos ambientales. Es decir, una enfermedad alérgica. Y la dermatitis atópica es la manifestación cutánea de la atopia, con inflamación y prurito. Debéis tener en cuenta que tanto perros como gatos alérgicos suelen manifestar síntomas cutáneos.

Y con esta introducción ya hemos visto algunas de las características de la dermatitis atópica en el perro. Parece ser que existe cierta predisposición racial, pero no sexual. En algunos estudios están sobrerrepresentados los Bulldog francés, West Highland White Terrier, Cairn Terrier, Boxer, Golden Retriever y Dálmata, aunque puede afectar a cualquier raza y también a los mestizos. La edad a la que suelen aparecer los síntomas oscila entre los seis meses y los tres años e inicialmente puede ser de carácter estacional.

Síntomas

Eritema facial. (Foto: Juan Alberto Domínguez)

Eritema facial. (Foto: Juan Alberto Domínguez)

El síntoma principal, como podréis sospechar, es el picor. En los perros suele asociarse a enrojecimiento de la piel y presencia de pápulas. Y las áreas corporales más afectadas en esta especie son (como nos contaba la propietaria de Roco) la cara, la parte cóncava de las orejas, la zona ventral del cuello y del tronco desde las axilas a las ingles, manos, pies y periné, aunque parece existir cierta variabilidad en la distribución de las lesiones según las razas.

En los gatos atópicos puede manifestarse como una dermatitis pápulocostrosa, con lesiones del complejo granuloma eosinofílico, alopecia simétrica autoinducida y/o excoriaciones en la cara, orejas y cuello. Hay que tener en cuenta que los gatos con picor no suelen rascarse. En lugar de eso, aumentan el tiempo de lamido (recordad que su lengua es rasposa), acicalándose más. Por ello muchas veces los dueños son incapaces de detectar el prurito que padecen.

Tratamiento

Para entender el efecto que se busca con las distintas opciones de tratamiento es necesario comprender el concepto del umbral de prurito. Se trata de la tolerancia individual a factores alérgicos y no alérgicos para iniciar una reacción prurítica. Es decir, cada animal tolera un determinado nivel de estímulos pruríticos sin rascarse demasiado. Una vez superado ese umbral, se manifiestan los síntomas. Por lo tanto, el objetivo del tratamiento será actuar sobre los factores desencadenantes para intentar elevar el umbral de prurito evitando el malestar y la aparición de lesiones.

Por todo lo dicho hasta ahora habréis deducido que no existe un tratamiento único para los animales atópicos. Efectivamente, cada caso es diferente y los tratamientos deben adaptarse a las características de cada paciente y de cada cliente. El propietario debe saber que la atopia es una enfermedad crónica y, como tal, el objetivo del tratamiento no es la curación, sino lograr una mejoría de los síntomas y del bienestar de la mascota prestando mucha atención a las posibles recaídas. Idealmente, debería evitarse la exposición a los alérgenos, aunque en realidad esto resulta prácticamente imposible. Los principales alérgenos responsables de la atopia son los pólenes y los ácaros del polvo y del almacenamiento. Quizá pueda lograrse disminuir la carga ambiental de los mismos aspirando la vivienda con frecuencia, ventilando la casa, utilizando deshumidificadores para disminuir la humedad ambiental y aerosoles acaricidas o evitando que el animal entre en contacto con hierba recién cortada, así como los paseos por el campo al amanecer y al atardecer, sobre todo los días de viento. Un buen baño una o dos veces a la semana con champús terapéuticos, dejándolos actuar durante un mínimo de 10 minutos, consigue un efecto lavado sobre los antígenos depositados en la piel, además de calmar la inflamación y el prurito y mejorar el efecto de barrera cutánea.

Eritema palmar. (Foto: Juan Alberto Domínguez)

Eritema palmar. (Foto: Juan Alberto Domínguez)

También pueden aplicarse lociones o pipetas con ácidos grasos, ceramidas y fitoesfingosina con el mismo fin. El veterinario indicará la frecuencia de aplicación tanto de los baños como de los productos tópicos en función de las características del paciente. Hasta un 13 % de los perros con dermatitis atópica puede tener una alergia o intolerancia alimentaria concurrente, por lo que siempre es aconsejable probar una dieta hipoalergénica de eliminación durante un mínimo de 8 semanas.

Deben tratarse las infestaciones por pulgas. Los tratamientos antiparasitarios externos se aplicarán mensualmente o incluso con mayor frecuencia dependiendo del producto y de la carga parasitaria ambiental. Son frecuentes las complicaciones por infecciones por bacterias o levaduras. Las infecciones de la piel requerirán antibioterapia durante un mínimo de tres semanas que podrá combinarse con terapia tópica. En caso de sobrecrecimiento de Malassezia suele ser suficiente un tratamiento tópico con champús terapéuticos.

Si una vez controladas las infecciones el picor no desaparece, podrá aplicarse un tratamiento antiinflamatorio. Por su eficacia y rápido efecto suele recurrirse a los glucocorticoides, tanto tópicos como sistémicos. En caso de necesitar glucocorticoides sistémicos siempre es preferible utilizarlos por vía oral frente a los inyectables aunque éstos pueden emplearse en gatos por ser una especie más resistente a sus efectos secundarios y menos tolerante a la medicación oral.

El tratamiento no debería sobrepasar unas pocas semanas y siempre con una disminución gradual de la posología antes de su retirada. Son frecuentes ciertos efectos secundarios, sobre los que se debe prevenir al propietario. Los más habituales son polidipsia y poliuria y aumento del apetito. Los corticoides pueden ser un tratamiento muy apropiado en aquellos casos en los que la mascota sólo presenta signos durante algunos meses al año, siempre que paciente y propietario toleren bien sus efectos secundarios.

Tanto perros como gatos atópicos suelen tener buena respuesta a la ciclosporina A, un medicamento interesante sobre todo en aquellos pacientes que requieren de tratamientos prolongados con glucocorticoides, ya que tiene muchos menos efectos secundarios, si bien necesita ser administrado unas cuatro semanas antes de notarse mejoría. Parece tener una eficacia similar a la prednisolona y es bien tolerado por la mayoría de los perros.

A diferencia de lo que ocurre en los pacientes humanos, los antihistamínicos no parecen demasiado eficaces en el tratamiento de las alergias en los animales de compañía. Sin embargo, pueden tener cierta actividad sinérgica con los ácidos grasos esenciales y los glucocorticoides.

La inmunoterapia

Por último, también se puede aplicar la inmunoterapia o hiposensibilización, que podría considerarse como el verdadero tratamiento etiológico de la hipersensibilidad, y que consiste en inducir en el paciente una tolerancia al alérgeno. Primero debe averiguarse cuáles son los alérgenos responsables de la dermatitis. Esto se puede hacer mediante pruebas intradérmicas o serológicas alérgeno específicas. Atendiendo a los resultados se elabora un tratamiento único y exclusivo para cada animal. Se inoculan dosis crecientes para habituar al organismo y reducir la respuesta inflamatoria. Puede administrarse en inyecciones subcutáneas o por absorción a través de la mucosa oral. Se debe prestar atención a las reacciones adversas, sobre todo en las primeras dosis, aconsejando que el animal permanezca en la clínica en observación durante una media hora. Las reacciones más frecuentes son picor en la zona de inyección o urticaria. Pueden aparecer reacciones anafilácticas, aunque son raras.

Según los estudios, más del 50% de los perros tratados con hiposensibilización mejora, aunque el tratamiento debe mantenerse durante toda la vida y siempre se debe estar alerta ante las recaídas o exacerbaciones del cuadro clínico para tratar las complicaciones en cuanto aparezcan.

Extraído de: La atopia en las mascotas, Juan Alberto Domínguez, Ateuves 42, pp. 20-25.

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