¿Posees capacidad de autocontrol?

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Ante situaciones de estrés, urgencias imprevistas, problemas personales… ¿mantienes el autocontrol de tus emociones? Como dijo Sócrates, “Sabio es quien sabe controlarse. Conoce tus debilidades para aprender a dominarlas”.

El autocontrol se define como la capacidad que nos permite manejar de forma adecuada nues­tros pensamientos, emociones y comportamien­tos para mantenerlos acordes con los objetivos que nos hemos propuesto lograr. Evita que actuemos por impulsos de modo que todas las emociones, sean negativas o positivas se experi­menten y expresen de forma adecuada.

Podemos hablar también de capacidad de autocontrol emo­cional, que es un componente importante de la inteligencia emocional. No sólo tratamos de dominar y controlar nuestras emociones, sino principalmente de manifestarlas o inhibirlas de una forma correcta. Y no se trata de reprimir o negar todos y cada uno de nuestros impulsos y emociones, sino de poder expresar nuestras opiniones y sentimientos sin herir a los demás.

En el ámbito laboral el autocontrol es un aspecto muy necesario y según la Psicología antigua era un recurso limitado como la energía.

La capacidad de autocontrol a estudio

Si después de una dura jornada el jefe te pone al borde de perder los estribos, debes saber que no tienes excusa para no controlarte. Una investigación publicada en “Trends in Cognitive Sciences” asegura que el autocontrol no es un recurso limitado que acabe por agotarse, a diferencia de lo que más de uno podría­mos pensar y de lo que la Psicología también sostiene.

En opinión de un equipo de investigadores de las Universidades de Toronto (Canadá) y Aberdeen (Escocia), nuestra dificultad para controlarnos cuando estamos cansados se debe a que empe­zamos a darle más valor a lo que “nos gustaría” hacer que a lo que realmente “deberíamos” hacer.

“Cuando estamos agotados hay un cambio en las prioridades motivacionales y prestamos menos atención y nos implicamos menos en lo que estamos obligados a hacer, al tiempo que nos distraemos y dedicamos más tiempo a lo que realmente nos apetece hacer”, explicó Michael Inzlicht, uno de los participantes en el estudio.

En definitiva, se trata de una forma saluda­ble en la que nuestro cerebro nos reclama un mayor tiempo de ocio y actividades placenteras frente al exceso de deberes y trabajo rutinario. Pero no siempre podemos dejarnos llevar en el momento por esta llamada de atención.

Llegar al límite

El autocontrol nos permite actuar sin perder la calma, es decir, que sobrepasada esa “delgada línea roja” evita que perdamos los estribos y actuemos de forma inconveniente, ya sea con­trolando lo que nos gustaría decirle a nuestro jefe o manteniendo el ritmo en nuestro trabajo.

Lo primero que debemos hacer es identificar el momento en que llegamos al límite, anticiparnos y tomar conciencia de ello. Podemos percibirlo porque aumenta nuestra ansiedad: incrementan el ritmo cardiaco, la presión arterial, el ritmo de la respiración y la intensidad de la sudoración.

Una misma situación puede ser interpretada como una amenaza para una persona, mientras que para otra puede ser un desafío estimulante. Las personas que saben utilizar los recursos emocionales pueden transformar lo que parece amenazador en un reto desafiante. Existe una crucial diferencia de función cerebral entre el “estrés bueno” (los desafíos que nos movilizan y motivan) y el “estrés malo” (las amenazas que nos paralizan o desmoralizan), según Goleman.

Algunos trucos para conseguir autocontrol

Relajación

Una vez que aprendamos a identificar nuestro límite debemos trabajar para reducir la ansiedad como parte del autocontrol. Lo más eficaz es hacerlo mediante la relajación. Existen muchas maneras de aprender técnicas de relajación: la meditación, el yoga y la retroalimentación son algunas y no fun­cionan igual en todas las personas. Si notamos que vamos a perder el control es conveniente que respi­remos profundamente unas cuantas veces y tenga­mos un diálogo interior constructivo.

Descansos periódicos

En esos momentos clave en los que nos encon­tramos al límite conviene tomarse un descanso para airear nuestro cerebro. Lo que en el argot psicológico se denomina un “tiempo fuera”, es decir, que al cambiar de situación (conflictiva o agotadora) nos damos un respiro que nos per­mite parar a pensar, en lugar de actuar impulsiva­mente, y recuperar la sensación de autocontrol.

De hecho está estudiado que es importante tomarse descansos periódicos en el trabajo, tanto durante la jornada laboral —unos minutos para tomar un café y charlar distendidamente— como a lo largo del año. Y es que la fatiga tiene un papel fundamental en el comportamiento y ren­dimiento. “Algunas empresas inteligentes ya se han dado cuenta de que descansos y vacaciones no son la antítesis de la productividad, sino que en realidad tienen el efecto contrario y pueden aumentarla”, según Inzlicht.

Aptitudes emocionales para el AUTOCONTROL
Para Goleman (psicólogo estadounidense experto en inteligencia emocional) las dos habilidades primarias de la “autorregulación” están directamente relacionadas con cinco aptitudes emocionales:
1. Autodominio
Manejar efectivamente las emociones y los impulsos perjudiciales, de modo que puedes mantener la compostura y el optimismo incluso en momentos difíciles.
Esta aptitud te permite pensar con claridad y no perder la concentración cuando te ves sometido a presión.
2. Confiabilidad
Actuar con honradez e integridad. Quienes poseen esta cualidad inspiran confianza por su autenticidad, puesto que admiten sus propios errores y señalan los actos faltos de ética. Defienden las posturas que responden a sus principios, aunque no sean aceptadas.
3. Escrupulosidad
Responsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones. La muestran aquellas personas organizadas y cuidadosas que trabajan de forma responsable para satisfacer los objetivos. Pero es imprescindible que esta capacidad vaya acompañada de habilidades sociales y empatía, ya que quien se exige en exceso a sí mismo puede hacerlo con los demás y resultar crítico.
4. Adaptabilidad
Flexibilidad para manejar cambios y desafíos. Es decir, adaptar las reacciones y tácticas a las circunstancias cambiantes. La manifiestan personas flexibles en su visión de los hechos.
5. Innovación
Estar abierto a ideas y enfoques novedosos y a nueva información de muchas fuentes distintas. De este modo, las personas innovadoras hallan soluciones originales para los problemas, generan ideas nuevas y aceptan riesgos.

Replantearnos los problemas

El replanteamiento de nuestros pensamientos acerca de una situación problemática, nos per­mite contemplar la situación desde una nueva perspectiva. Habitualmente cuando un problema nos afecta nuestra reacción es buscar sus causas “fuera” de nosotros, identificar un culpable, pero lo único que conseguimos así es aumentar nues­tro nivel de tensión, y no resolver el problema.

Pequeñas recompensas

Algo muy sencillo y reconfortante cuando estamos cansados en el trabajo es darnos una recompensa, un caramelo o un bombón. Consumir algo dulce, según señalan los investigadores de “Trends in Cognitive Sciences”, aumenta el rendimiento en las labores que requieren autocontrol.

Hicieron un experimento con voluntarios a los que se les aumentó de forma deliberada el nivel de glucosa en sangre y como resultado contro­laron mejor los impulsos agresivos. Este truco también funciona con los perros.

Los niveles de glucosa interfieren en el autocon­trol, al menos de forma inmediata. Por tanto, según sugieren los investigadores, tomar algo dulce puede ayudarnos a recuperar el autocontrol.

Sentido del humor

Está demostrado que la risa estimula la liberación de endorfinas. A medida que se incrementa el nivel de endorfinas en el cerebro, se reduce la percepción del dolor, tanto físico como emocional. El problema es que no es fácil desarrollar este sentido si no se practica; ponte manos a la obra si eres de los que te ríes poco.

Cuando la crisis es interna

¿Y si la falta de autocontrol viene motivada por una crisis personal? No puedes dejar que nada interfiera en la calidad de tu trabajo, ni los pacientes ni tus compañeros son responsables. En ocasiones problemas familiares de diversa índole nos ocupan cuerpo y mente y por lo tanto nos restan energías. Cuando esto suceda es reco­mendable comentarlo con el jefe para que esté al tanto de la situación por la que estás pasando. No des ni mucha ni poca información, limítate a comentar los aspectos básicos sin profundizar en los detalles para no ser excesivamente vulnera­ble. Si muestras autocontrol puede verse como una manera de crecerse ante las dificultades y no como una carga para la clínica.

Como norma general evita comentar esas pre­ocupaciones con los clientes, en todo caso hazlo con algunos compañeros de confianza, y prefe­rentemente fuera del entorno laboral.

Hay que actuar de la mejor manera posible cada día. Acudir al trabajo en esas ocasiones compli­cadas puede ser un modo de darle un respiro a tu mente si logras centrarte en tus tareas y mantener tus emociones bajo control.

Y ten presente que por muy dura que sea tu situación, todos tenemos dificultades y retos personales y cada uno tenemos nuestro umbral del dolor; no menosprecies las preocupaciones de los demás, aunque te suenen ridículas.

Finalmente, una vez superada tu crisis recuerda mostrar algún signo de agradecimiento a cuan­tos te han apoyado.

Respuestas inmediatas a una crítica

Recibimos críticas en el trabajo muy a menudo, pero no hay que darles excesiva relevancia. Lo verdaderamente importante es cómo reaccionamos ante ellas.

  1. Cortocircuita el mensaje.

Crítica (el jefe malhumorado): “¿Todavía no has terminado de preparar el material?”. Respuesta (sonriendo): “Buenos días, Pedro, ¿cómo estás?”.

  1. Comunica tus sentimientos.

Respuesta (con calma): “Pedro, no me estás ayudando. Me pones nervioso, por favor, déjame solo y lo terminaré”.

  1. Ponte en el lugar de quien te critica.

Respuesta: “Pedro, sé que es importante. Puedes ayudarme asegurándote de que nadie me moleste”.

  1. Pide más información.

Crítica: “No has seguido el protocolo de atención a los animales hospitalizados”. Respuesta: “Pedro, ¿a qué protocolo te refieres?”.

Extraído de: Natalia Sagarra, ¿Posees capacidad de autocontrol?, Ateuves 53, pág. 6-9.

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