Teniendo en cuenta que el ladrido forma parte del etograma normal de la especie y que puede estar asociado a numerosos contextos y situaciones motivacionales, el primer punto de partida será saber qué origina este estado. Sólo así podrá aplicarse el programa de tratamiento específico.
Una vez identificado el problema, son varias las alternativas que se pueden aplicar. A continuación vamos a ver tres de ellas.
Evitar el estímulo o las situaciones que desencadenan el ladrido
En coordinación con los propietarios se diseñará la estrategia más adecuada para evitar la aparición de la conducta y los estímulos que generen el estado emocional negativo.
Por ejemplo, se intentará evitar la presencia cercana de otros perros, personas o ruidos intensos manteniendo al animal en la zona más tranquila de la casa o sacándolo a pasear por los lugares y a las horas de menos bullicio. Tampoco obligaremos al animal a acercarse a estímulos hacia los que manifieste miedo, y de ser necesario, intentaremos mantener una distancia de seguridad a la que pueda tolerar dicho estímulo sin que se ponga nervioso.
Nunca reforzar las conductas indeseadas
No debe intentar tranquilizar o prestar atención al perro cuando el ladrido es la manifestación de una conducta inapropiada destinada a llamar la atención, ya que aunque parezca que en ese momento se controla, a largo plazo se logrará que la conducta se repita con más frecuencia.
Por lo tanto, en este momento lo ignoraremos y sólo le prestaremos atención cuando deje de realizarla. El objetivo es que aprenda que no conseguirá la atención deseada mientras ladre.
Eso sí, es fundamental ser perseverante a la hora de ignorar al animal. Pero también es cierto que este tipo de manejo no siempre puede realizarse, ya que hay que tener presente la posibilidad de que el propietario no pueda ignorarlo al tener lugar esta situación en horas intempestivas o porque molesta a los vecinos.
Evitar el uso del castigo
En ningún momento se deberá pegar o gritar al perro; con ello lo único que conseguiremos es incrementar la tensión y su miedo, empeorando la situación. El único castigo que se debe aplicar es la indiferencia, aunque raramente esta va a ser efectiva por sí sola, y será necesario emplear otras estrategias.
Extraído de: Cristina Castillo y Rosalía Domínguez. El ladrido excesivo ¿qué se puede hacer? Ateuves 49, pp. 28-31.