Pilar García Belmonte, del Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento (GEMCA) de AVEPA, ha publicado un artículo en el que describe la agresividad entre gatos que conviven, uno de los problemas de conducta más consultados en los centros de referencia en medicina del comportamiento junto la eliminación inadecuada [1-3].
En cuanto a la agresividad, explica que la prevalencia varía según el estudio, en algunos es más frecuente la dirigida hacia personas [2], mientras que en otros, la dirigida hacia otros gatos [1,3].
La motivación de las conductas agresivas entre gatos puede ser territorial, por miedo, el juego o predación, la frustración o como conducta redirigida [4-8]. Asimismo, los sistemas emocionales implicados son el de búsqueda y juego social en la agresividad por juego o predación; la frustración, el miedo-ansiedad y el dolor en el resto de agresividades [6].
Los signos conductuales observados comprenden desde el lenguaje corporal ofensivo o defensivo, el bloqueo al acceso a zonas o recursos de la casa, las persecuciones y huidas, a las peleas que causan lesiones graves.
El inicio de la conducta agresiva puede variar. En ocasiones puede aparecer alrededor del año de edad coincidiendo con la madurez sexual [5]. Otras veces, es la introducción de un nuevo gato en la familia, los intentos persistentes de juego del más joven al más sedentario [5] o después de visitar al veterinario. Un inicio más agudo se asocia a una agresividad redirigida5, a un problema médico (dolor, hipertiroidismo, olor específico de una enfermedad como otitis o impactación anal, etc.) [5,6], o a un cambio del entorno social o físico [5]. En la mayoría de ocasiones, la agresión es unidireccional: agresor- víctima [5].
Según se explica en el artículo, no es necesario que los gatos convivan con otros gatos, aunque las investigaciones en gatos domésticos indican que algunos se estresan por no vivir con congéneres y otros por vivir con ellos [8]. El gato doméstico establece relaciones sociales con los humanos y con otros gatos cuando vive en libertad, si bien no hay evidencias del comportamiento social intraespecífico del Felis silvestris lybica (antecesor del gato doméstico), una explicación es que la formación de grupos evolucionara con la domesticación [9].
¿Qué indicadores deben alertar de un posible conflicto?
- Interactúan por separado con el tutor, evitando el contacto físico [5,9].
- Permanecen en zonas alejadas de la casa [5].
- Se observan atentamente el uno al otro [9].
- Se muestran tensos si están en la misma habitación [9].
- Duermen en lugares muy separados y no están relajados mientras descansan [9].
- Restringen el movimiento del otro gato o lo desplazan [5,6,9].
- Bloquean el acceso a los recursos al otro gato [5,6].
- Aumento del acicalado [5,6].
- Aumento del marcaje con las uñas [5].
- Sacudidas de cabeza [5].
- Periuria [6].
- Gruñen o bufan en los encuentros [8,9] .
- Sacudidas de cola, aplanamiento de orejas, pelo erizado, dilatación de pupilas [8].
- Maullidos, postura intimidatoria con miembros rígidos, mirada fija, cola rígida, movimiento hacia el objetivo [6].
- Se persiguen o huyen el uno del otro [9].
- Ataque o lucha entre los gatos.
La comunicación felina no siempre requiere intervención6. Ahora bien, los ataques frecuentes, los cambios en los hábitos o en la conducta y la aparición de lesiones en uno o más gatos es una señal importante de intervención ya que, entre otras cosas, afecta negativamente a su bienestar [6].
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