Cuidados tras la cirugía de nuestros pacientes

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Los cuidados tras la cirugía a los que someteremos a un animal que ha sido intervenido quirúrgicamente son tan importantes para el éxito de la cirugía como la misma intervención.

Una vez concluida la cirugía, es necesario mantener al paciente bajo una estrecha vigilancia para asegurarnos de que no surgen problemas o, si parecen, son rápidamente detectados y neutralizados.

En todos los animales se deben controlar la temperatura, la presión arterial, el color de las mucosas, el grado de dolor y la cicatrización. También hay que indicar cualquier cambio en el estado del paciente, como por ejemplo la aparición de edemas en las extremidades, hematomas importantes cerca de la herida o formación de seromas, entre otros.

En mi opinión, lo mejor es establecer un protocolo de actuación bastante extenso y dejar de realizar algunos controles o hacerlos más espaciados en casos en los que la cirugía haya sido rutinaria (castraciones, por ejemplo).

Temperatura corporal

Cuando el animal sale de quirófano debemos tomarle la temperatura, ya que el simple hecho anestésico produce una hipotermia en mayor o menor grado. Este descenso de la temperatura corporal suele ser más crítico en los gatos que en los perros, y también en aquellos animales que han estado sometidos a cirugías largas, especialmente las torácicas.

Es necesario que nuestro paciente recupere la temperatura progresivamente. Hay que tomar la temperatura cada treinta minutos y, en caso de no conseguir una ascensión progresiva o partir de una hipotermia grave, se deberán utilizar sueros de infusión calientes o enemas, por ejemplo, para conseguir que aumente.

Por supuesto, es ideal que los animales de pequeño tamaño puedan estar en incubadora tras la anestesia, aunque eso no nos excluye de hacer tomas de temperatura cada 30 minutos para dejar de administrar calor en caso de hipertermia.

Igual que en las horas posteriores a la cirugía es frecuente la hipotermia, durante los días siguientes deberemos seguir evaluando la temperatura porque es frecuente la aparición de fiebre debido al proceso quirúrgico y/o infecciones asociadas.

Perfusión sanguínea

La presión arterial también es un control que debería ser rutinario en un animal posquirúrgico. Cuando el paciente tiene una presión sistólica por debajo de 80 mmHg sus órganos están hipoperfundidos. Al no recibir dichos órganos oxígeno y nutrientes suficientes se inicia un metabolismo anaerobio con la consecuente acidosis láctica y el fallo orgánico posterior (fallo renal, isquemia intestinal con riesgo de translocación bacteriana, arritmias, etc.).

La presión arterial se debería medir con un aparato de Doppler pero en su defecto podemos tomar el pulso femoral y tarsal del animal. Si notamos ambos pulsos no deberíamos tener ningún problema, pero si únicamente notamos el femoral y el tarsal o no se nota o es muy ligero, es necesario avisar al veterinario para que valore la utilización de vasoconstrictores o sueros coloides. Si nos acostumbramos a palpar los pulsos antes y después de la cirugía, aprenderemos a percibir la diferencia.

Aspecto de las mucosas

También es importante vigilar a menudo el color de las mucosas. Deberíamos conocer el color previo a la cirugía porque en ocasiones la propia patología hace que las mucosas estén ictéricas, blancas…

Cuando tras la cirugía el animal está pálido se debe sospechar de una pérdida de sangre excesiva, una hemodilución por exceso de fluidos o una vasoconstricción grave (a causa del dolor, por ejemplo).

Es importante comprobar la aparición de petequias en las mucosas o en la piel del animal, porque su presencia empeora mucho el pronóstico y requiere la realización de analítica de coagulación.

Es importante comprobar también la aparición de petequias en las mucosas o en la piel del animal. Aunque es infrecuente en cirugías rutinarias la presencia de alteraciones de la coagulación posquirúrgicas, es un dato muy importante en animales en estado crítico pues la aparición de hematomas y/o petequias no relacionados con la herida empeora mucho el pronóstico y requiere la realización de analítica de coagulación.

Las mucosas ictéricas en animales posquirúrgicos suelen ser indicativas de procesos hepáticos (perros y gatos) o hemolíticos (sobre todo en perros). En la mayoría de los pacientes la aparición de la ictericia también empeora el pronóstico por lo que se debe comunicar al veterinario para que establezca la causa de dicha coloración en las mucosas.

Por último, las mucosas cianóticas suelen ir acompañadas de alguna dificultad respiratoria importante por lo que se suele apreciar disnea. Ambas situaciones son graves.

Manejo del dolor

El umbral del dolor es diferente según el paciente y la patología que sufra, por esta razón está indicada la observación de los animales para ver si presentan posiciones antiálgidas que nos puedan hacer sospechar que la analgesia no ha sido suficiente.

Muchos animales no duermen por un exceso de dolor, lo cual repercute muy negativamente en su recuperación tras el acto quirúrgico. La elección de un tipo u otro de analgesia muchas veces está basada en las observaciones del auxiliar veterinario.

Control de la cicatrización

Por supuesto, los cuidados de las heridas son fundamentales. La cicatriz debería estar siempre limpia y hay que vigilar que no aparezcan seromas ni dehiscencias por dificultad en la cicatrización o autolesión.

En los animales a los que se ha realizado una cirugía rutinaria no es habitual tener que hacer grandes controles de heridas ya que la cicatrización es correcta en la mayoría de los casos.

Colocación y cuidado de las vías

Los catéteres se deben revisar continuamente y, ante la mínima sospecha de flebitis, cambiarlos de extremidad.

Hay que tener en cuenta que los animales que están en cuidados críticos y han sido operados tienen más predisposición a la infección, por lo que se tiene que ser muy aséptico en la colocación de los catéteres y extracciones de sangre.

Alimentación del paciente

Cuando un animal ha sido intervenido y está totalmente recuperado de la anestesia es importante que coma. Tenemos que controlar el apetito del animal y estar seguros de la cantidad de comida que ingiere. Si el paciente no tiene hambre hay que alimentarlo con una sonda o mediante jeringa de alimentación.

Un individuo al que se le ha practicado una cirugía rutinaria y no come no nos debe preocupar tanto como aquel animal que entra en quirófano en situación crítica.

Es normal que los pacientes posquirúrgicos tengan colitis posteriormente a la intervención. No nos tiene que preocupar pero siempre debemos anotarlo. De igual modo, es importante observar posibles vómitos o regurgitaciones. El color tanto de las heces como de los vómitos, puede establecer la gravedad de la complicación posquirúrgica. Por ejemplo, podemos encontrarnos con diarreas profusas negras en casos de coagulopatías, o vómitos biliosos en procesos gastrointestinales secundarios a la cirugía (como pancreatitis posquirúrgicas) y/o a las medicaciones, entre otros problemas.

Conclusiones

Durante el acto quirúrgico, el anestesista será el encargado de mantener las constantes vitales del paciente, pero, una vez hemos terminado la cirugía, todavía debemos vigilar estrechamente que no se nos descontrolen dichas constantes.

Así pues, cuando el animal ya está desintubado se deben establecer unos protocolos de control. Dichos protocolos variarán según la patología que padezca el animal, su analítica previa, la manera como se haya desarrollado la intervención (si han existido sangrados excesivos, si hemos observado la presencia de zonas necróticas durante la operación…) y las características individuales de cada paciente concreto.

Lógicamente, son los veterinarios y auxiliares veterinarios los que deben decidir los controles necesarios en cada animal, así como la asiduidad con la que deberían realizarse dichos controles.

Extraído de: Manu Bárcena, Cuidados tras la cirugía, Ateuves nº 11, pp. 20-23.

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