En los últimos años, los auxiliares veterinarios tenemos la oportunidad de recibir formación adecuada a nuestros conocimientos y facilitarnos el poder dedicarnos al área de la veterinaria que más nos gusta para poder realizar nuestro trabajo y nuestra pasión con mayor profesionalidad. En mi caso, esta área es la de la anestesia en pequeños animales.
Cuando recibimos a un paciente para anestesia, lo que queremos conseguir es que, durante todo el procedimiento, el animal esté lo más tranquilo posible y que encuentre en nosotros ese punto de unión para que todo salga bien y su recuperación sea lo más rápida posible y, sobre todo, sin dolor en ningún momento del procedimiento.
Un aspecto fundamental que debemos comprobar es que el propietario tiene claro cuál va a ser el procedimiento que se va a realizar, el presupuesto y obtener la firma del consentimiento informado sobre la cirugía y los riesgos anestésicos.
1. Preoperatorio
En la consulta preoperatoria, cuando el veterinario ha explorado al paciente y hemos hecho la anamnesis de todos esos datos que debemos tener en cuenta para que el manejo sea el adecuado y sepamos qué fármacos anestésicos serán los más indicados en cada caso, se llevará a cabo la extracción sanguínea para realizar el hemograma y la bioquímica, así como otras pruebas complementarias que el veterinario crea convenientes como radiografías, ecografías, electrocardiograma, etc.
Evaluación preanestésica: ¿por qué es tan importante?
La evaluación preanestésica permite conocer el riesgo anestésico del paciente, que depende de:
- La experiencia del anestesista y del cirujano.
- Qué medicaciones o fármacos vamos a utilizar.
- Los medios disponibles: monitor, ventilación, bombas de infusión, etc.
- El tipo de cirugía y su duración.
- La edad del animal, raza, peso y condición corporal, estado salud, medicaciones, patologías, anestesias anteriores, etc.
Habitualmente se utiliza el sistema de clasificación ASA para evaluar el estado físico de un paciente de cara a una anestesia (ver tabla).
Una vez clasificado el paciente, debemos realizar una exploración exhaustiva y siempre con el objetivo principal de que el paciente esté tranquilo. En casos en los que sabemos que vendrá al centro nervioso o que la manipulación no es de su agrado, podemos comentárselo al veterinario responsable y que el propietario en casa le pueda administrar alguna medicación que ayude a fomentar su tranquilidad y bienestar. Esta es una consideración que hay que tener muy en cuenta sobre todo en los gatos y en animales braquicéfalos, ya que su riesgo anestésico depende mucho más de que estén en calma en todo momento.
¿Qué debemos explorar?
- Auscultación cardiaca (frecuencia cardiaca, pulso y ritmo).
- Color de las mucosas y tiempo de relleno capilar (TRC).
- Estado mental y de las pupilas.
- Temperatura.
- Auscultación pulmonar (frecuencia respiratoria).
- Palpación.
Una vez realizado todo esto, procedemos a canalizar la vía. Todos los pacientes que vayan a ser sometidos a cualquier procedimiento anestésico deben llevar una vía o dos dependiendo de qué necesidades requieran en ese momento o vayan a requerir durante la anestesia.
2. Premedicación
El segundo paso es la premedicación, en este momento debemos tener preparados y revisados todos los equipos anestésicos, así como todos los fármacos que podamos llegar a utilizar. La premedicación es la utilización, mediante vía oral, intravenosa o intramuscular, de ciertos fármacos que ayudarán a disminuir el estrés del paciente, a empezar a proporcionar cierta analgesia, a facilitar el manejo (como es el caso de perros agresivos o gatos que no se dejen manipular) y, muy importante, para disminuir las dosis que utilizaremos más tarde para la inducción y el mantenimiento durante la cirugía y después de ella.
En este paso utilizaremos sedantes, analgésicos, antiinflamatorios, antibióticos, corticoides, etc., que nos irá indicando el veterinario según sea mejor para el paciente. Durante esta fase es muy importante que
el paciente no pierda temperatura, por ello no debemos administrar la premedicación y dejarlo sin vigilancia en una jaula, sino que debemos colocarlo en un lugar con una temperatura estable y donde podamos administrarle la preoxigenación antes de pasar a la inducción.
3. Inducción
En este paso, el paciente se lleva de la fase de transición del estado de vigilia al de hipnosis. Debemos tener ya preparado el tubo endotraqueal y lo ideal es tener al paciente adecuadamente monitorizado sin estrés.
Siempre hay que tener en cuenta cuál va a ser el mejor inductor y contemplar que podemos usar coinductores para mejorar la analgesia y la hipnosis del paciente.
Como inductores intravenosos, los más usados en veterinaria son el propofol, la alfaxalona, el etomidato o el tiopental. Tienen escasos efectos adversos tanto cardiovasculares como respiratorios si se usan en las dosis adecuadas y administrados de forma lenta. Los coinductores más frecuentes son el fentanilo, las benzodiacepinas (diazepam, midazolam) y la ketamina. También es muy interesante el uso de infusiones a ritmo constante (constant rate infusion, CRI) para mejorar la analgesia antes y durante el procedimiento y después en la hospitalización.
4. Intubación
La intubación endotraqueal tiene muchas funciones, entre ellas proteger la vía respiratoria de obstrucciones o aspiración de contenido gástrico, permite la administración de oxígeno y agentes halogenados y facilita un acceso para la succión en la vía respiratoria. En gatos, antes de proceder a la intubación se puede instilar lidocaína en la zona de la glotis para evitar el espasmo laríngeo y como consecuencia el edema de glotis.
Es muy importante elegir tanto el tubo endotraqueal como el tipo de circuito (con o sin reinhalación)
adecuados porque será clave para el éxito anestésico. Siempre que sea posible, el anestesista llevará a
cabo la anestesia locorregional con el fin de proporcionar analgesia extra al paciente, además de disminuir el uso de fármacos durante la cirugía.
5. Mantenimiento
Cuando el paciente se encuentra en la fase de hipnosis y monitorizado adecuadamente, es el momento de pasar a la fase de mantenimiento. En esta fase dará comienzo la cirugía y los objetivos son:
- Mantener al paciente en el plano de hipnosis y en el plano de analgesia durante todo el procedimiento.
- Gracias a la monitorización, asegurar el bienestar del paciente mediante el control de sus constantes vitales.
El mantenimiento se puede llevar a cabo mediante anestesia inhalatoria, es decir, gases inhalatorios (isoflurano, sevoflurano), o intravenosa mediante agentes hipnóticos (propofol, alfaxalona).
¿Qué debemos tener en cuenta durante el mantenimiento?
Observar al paciente durante todo el procedimiento es fundamental. Esto significa que, aunque dispongamos de todo tipo de monitores para asegurar su estabilidad, siempre hay que seguir monitorizando datos como la rotación ocular, el TRC, el color de las mucosas, etc.
Monitorización del sistema cardiovascular
Durante toda la anestesia, nuestro objetivo es que llegue a todos los órganos un flujo adecuado de sangre para su funcionamiento óptimo.
Para ello disponemos de diversos parámetros en el monitor de anestesia. El electrocardiograma será de mucha utilidad durante la anestesia, pero debemos tener en cuenta que muestra un impulso eléctrico, lo que significa que, aunque veamos complejos normales, no tiene por qué estar sucediendo una efectividad hemodinámica.
Para ello hay que tener en cuenta diversos factores como la presión arterial, la pletismografía o incluso el gasto cardiaco si tenemos la posibilidad de evaluarlo. Es importante saber diferenciar cuándo se está produciendo un cambio en el ritmo cardiaco (bradicardia, taquicardia, ritmos de escape, bloqueos, etc.) que nos permita ayudar al anestesista a corregirlo cuanto antes.
La presión arterial muestra el volumen cardiaco eyectado, así como la elasticidad de las paredes arteriales. La presión arterial sistólica (PAS) es la máxima presión que se obtiene, y la presión arterial diastólica (PAD) la mínima durante la relajación diastólica. La presión arterial media (PAM) es la más importante, ya que muestra el valor de presión con el que la sangre llega a los tejidos y su valor no debe ser inferior a 60 mmHg.
Existen diversos métodos para poder obtener estos valores como el oscilométrico manual, automático, método Doppler o la toma de la presión arterial de forma invasiva.
Monitorización del sistema respiratorio
La pulsioximetria es la medición no invasiva del porcentaje de hemoglobina sanguínea que transporta oxígeno. El dispositivo emite luz a dos longitudes de onda, esto hace que se pueda estimar la cantidad de hemoglobina que esta oxigenada y la que no. Hay diversos “trucos” para mejorar la calidad de la emisión de esa luz para que la información que obtengamos del pulsioxímetro sea más precisa. Se ha comprobado que poner una gasa entre la pinza y los tejidos hace que la señal aumente y con ello mejoren los resultados obtenidos. También es muy importante que la zona esté tapada sin recibir luz de fuera, ya que genera errores en la medición.
La capnografía es un método no invasivo de medición del dióxido de carbono exhalado. Esta medición se capta a la salida de la vía aérea del paciente. Los capnógrafos suelen reflejar también la frecuencia respiratoria y la fracción inspirada de CO2 (FiCO2). La capnografía es uno de los parámetros imprescindibles sobre todo si trabajamos con ventilación mecánica. Cuando intubamos animales pequeños, normalmente suele quedar mucho espacio muerto que queda en el tubo. Para reducir ese espacio muerto, se puede poner una conexión mediante una aguja naranja.
Monitorización de la hipotermia e hipertermia
Antes de llevar al paciente a la zona de quirófano, es importante conocer su temperatura y, sobre todo, uno de nuestros objetivos principales debe de ser mantener una temperatura ideal. Sabemos que durante la cirugía la temperatura tiende a disminuir debido a los fármacos, la apertura de cavidad abdominal, etc.
Por tanto, desde que comienza el proceso anestésico, se recomienda que el paciente se encuentre en un
ambiente cálido y que desde el primer momento lo mantengamos con dispositivos como mantas eléctricas, bolsas de calor, calcetines en las patas, bolsas de semillas, etc. Hay que tener especial cuidado con las mantas eléctricas ya que pueden producir quemaduras graves mientras el paciente está en la mesa de quirófano debido a humedad o a errores de conducción con otros dispositivos.
Hay distintas zonas donde podemos medir la temperatura en el paciente. En el caso de los gatos, debido a que suelen estresarse mucho durante la consulta, podemos hacerlo en la membrana timpánica sabiendo que debemos de sumar un grado más. La temperatura rectal es la más empleada en veterinaria, pero la más utilizada en la fase anestésica es la esofágica, ya que es la más precisa porque informa sobre la temperatura de la arteria aorta.
6. Recuperación anestésica
Una vez terminado el procedimiento, comienza la fase de “despertar” o “destete” en caso de ventilación mecánica. Aunque haya terminado la cirugía y ya se haya extubado al paciente, es muy importante seguir con una monitorización y un control exhaustivos durante la recuperación. Debemos mantener la temperatura del paciente, una oxigenación adecuada y una posición en la que pueda despertar lo más calmadamente posible sin ruidos, ni luz intensa y, lo más importante, sin dolor. Debemos estar con el paciente hasta que esté totalmente recuperado. El riesgo no acaba cuando termina la cirugía, de hecho, el mayor riesgo de muerte se produce duración la recuperación anestésica.
Una de las consideraciones más importantes es que en ningún momento el paciente sienta dolor durante su paso por el centro. El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable y es clave en la recuperación de la cirugía. Un dolor agudo puede convertirse en crónico y mediante el uso de la analgesia preventiva y analgesia multimodal como anestésicos, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos (AINE), corticoides, etc., debemos velar en todo momento por el bienestar del paciente.