La parvovirosis canina (II): tratamiento

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En la segunda parte de este artículo describimos el abordaje terapéutico de esta enfermedad tan frecuente en la clínica, que se basa en el tratamiento de soporte y la prevención de infecciones secundarias.

Fluidoterapia

La fluidoterapia es una parte esencial del tratamiento de la parvovirosis canina (PC), ya que aborda la hipovolemia y la deshidratación, ayudando a prevenir complicaciones asociadas a la hipoperfusión. Para evitar subestimar el alcance total de la pérdida de líquidos, es imprescindible realizar un control exhaustivo del peso, outputs e inputs (ver primera parte de este artículo). El uso de empapadores y sondas tipo Foley nos permite la recogida, pesaje y contaje de los outputs. Siempre que la hipoperfusión esté controlada, la deshidratación puede corregirse en 6, 12 o 24 h, reajustando el plan de fluidoterapia según sea necesario.
Los fluidos de elección para el mantenimiento tienden a ser soluciones electrolíticas isotónicas de balance como el lactato de Ringer. No obstante, en pacientes con shock séptico, anemia, hipoalbuminemia o vasculitis, puede ser necesarias transfusiones de sangre, plasma, albumina humana o coloides sintéticos.

Antieméticos

Los vómitos y regurgitaciones contribuyen a la anorexia y la deshidratación del paciente, además de favorecer la aparición de complicaciones como esofagitis, acidez y desequilibrios electrolíticos. El uso de fármacos antieméticos como el maropitant, metoclopramida o el ondasentron favorece la reducción de la náusea y estimulan la motilidad intestinal. Algunos, como la metoclopramida, pueden administrarse en infusión continua con sistemas protegidos de la luz, ya que son fotosensibles.

Nutrición

Existe fuerte evidencia sobre los beneficios de la alimentación temprana enteral en la recuperación del paciente. Aunque la alimentación parenteral puede ser una opción en animales anoréxicos, es preferible la vía enteral. La presencia de alimento en el tracto digestivo es muy beneficiosa para la restitución de la integridad y la funcionalidad de la mucosa intestinal, así como la disminución del riesgo de translocación bacteriana.

Figura 1. Paciente con sonda nasogástrica.

Con frecuencia, los pacientes con PC se niegan a comer y beber por sí mismos, no obstante, la alimentación forzada puede ser contraproducente al favorecer las náuseas, la aversión a la comida y el riesgo de aspiración. Una de las vías más utilizadas son las sondas nasogástricas (figura 1) que, además de favorecer la descompresión gástrica y reducir las nauseas, permiten aumentar progresivamente los requerimientos de energía en reposo (RER) hasta que vuelven a mostrar interés por la comida (tablas 1 y 2).

Antiparasitarios

La presencia de otros patógenos entéricos puede agravar los signos clínicos después de la infección, por este motivo, es habitual usar antiparasitarios como el fenbendazol para controlar una gran variedad de parásitos intestinales incluyendo helmintos y protozoos.

Antibióticos

Se requiere la administración de antibióticos debido a la inmunosupresión y el riesgo de translocación bacteriana. Generalmente se optará por un antibiótico de amplio espectro como la amoxicilina. No obstante, si hay evidencia o gran riesgo de sepsis, se podrán administrar combinaciones de antibióticos con actividades frente a organismos grampositivos, gramnegativos y anaerobios (por ej.: ampicilina, amikacina, etc.). Algunos de estos antibióticos tienen efectos adversos que deben considerarse. En cachorros se desaconseja el uso de quinolonas, ya que puede afectar al crecimiento del cartílago articular. Por otro lado, los aminoglucósidos son nefrotóxicos y, si el paciente no está bien hidratado y perfundido, pueden contribuir al desarrollo de una insuficiencia renal, por lo que deben monitorizarse los valores renales como la creatinina, glucosuria y proteinuria, para asegurar la correcta funcionalidad renal del paciente.

Analgesia y control del dolor

La enteritis y la distensión gástrica generan dolor visceral que varía de moderado a grave. Aunque las palpaciones abdominales son de gran ayuda para la detección de focos de dolor y posibles invaginaciones intestinales, es importante aplicar un método objetivo para determinar el grado de dolor que presenta el paciente y evaluar la necesidad de aplicar un rescate analgésico.

Las diferentes escalas de dolor, como por ejemplo la escala de Glasgow modificada, constituyen métodos de evaluación del dolor basados en el comportamiento (vocalización, actividad, postura, etc.), dejando de lado parámetros fisiológicos que pueden ser menos específicos a la hora de evaluar el dolor (por ej.: frecuencia cardiaca). En función del grado de dolor, se optará por la administración de agonistas parciales (por ej.: buprenorfina) u opioides puros (por ej.: metadona, morfina o fentanilo). Estos últimos son reversibles y al administrarlos en infusión continua permiten ajustarse a la dosis requerida en cada momento. No obstante, los opioides puro empeoran el íleo paralitico y dificultan el vaciado gástrico, por lo que pasadas 12-24 h es conveniente añadir procinéticos. Los antiinflamatorios no esteroideos y agonistas α-adrenergicos están contraindicados en estos pacientes, porque disminuyen el flujo sanguíneo a la mucosa gástrica favoreciendo la ulceración intestinal. Además, en pacientes deshidratados o hipovolémicos pueden generar insuficiencia renal aguda.

Extraído de Cristina Baño. La parvovirosis canina (II). Ateuves 91, págs. 10-12.

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