Lesiones más frecuentes en reptiles

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Las heridas son un motivo frecuente de consulta de los propietarios de reptiles. La exploración y tratamiento adecuado son imprescindibles así como encontrar la causa, muchas veces relacionada con el manejo, para evitar futuros accidentes.

Quemaduras

Las quemaduras térmicas, ocasionadas por fuentes de calor como mantas térmicas o bom­billas calefactoras, son motivos frecuentes de consulta, en especial en lagartos y serpientes. Se trata de un problema de manejo, ya que cual­quier fuente de calor empleada en el terrario debe protegerse adecuadamente del contacto directo con los animales.

Una particularidad de los reptiles es su falta de reflejo de retirada ante un estímulo doloroso inducido por la fuente de calor, de tal manera que el animal, aun sufriendo daños en tejidos, no se alejará del punto de calor. Este hecho, unido a la necesi­dad de los animales de encontrar zonas calien­tes debido a su naturaleza poiquiloterma, hacen que los reptiles sean muy susceptibles a sufrir quemaduras.

Al igual que en los mamíferos, se pueden clasifi­car las quemaduras en tres categorías:

  • Primer grado: superficiales, afectan a la epi­dermis.
  • Segundo grado: destrucción de la epidermis y afectación de la dermis.
  • Tercer grado: destrucción total de la piel.

Las quemaduras deben tratarse como heri­das infectadas y su tratamiento dependerá de la gravedad de las lesiones aunque en general precisan de una limpieza y desinfección inicial con, por ejemplo, suero fisiológico, povidona yodada y gasas estériles. Es necesaria también una correcta analgesia y, en ocasiones, sedación. Las quemaduras de segundo o tercer grado suelen requerir hospitalización y tratamiento de soporte. El tratamiento de las quemaduras suele requerir analgesia y antibioterapia paren­teral en la mayor parte de los casos además de curas tópicas.

Se deben programar revisiones para adminis­trar la medicación y revisar el estado de las heridas así como instruir al propietario sobre cómo aplicar los tratamientos tópicos y mejorar el mantenimiento del animal.

Mordeduras

Las mordeduras son un motivo muy común de visita (figura 1), las más frecuentes son las acometidas por presas vivas (roedores o insec­tos) sobre reptiles carnívoros, pero también son comunes las mordeduras de roedores a tortugas de vida exterior.

Figura 1. Herida rostral por mordedura en un Gecko Leopardo.

Las mordeduras de presa viva se dan cuando roedores o insectos son liberados en el terra­rio del reptil y este no los consume inmediata­mente. Este hecho puede deberse a un defecto en el manejo de la alimentación del reptil (alimento excesivo) o, más frecuentemente, a un problema de salud en el reptil que cause anorexia. En todo caso, las heridas infligidas por presas deben considerarse heridas infecta­das y requieren una atención temprana ya que son frecuentes los abscesos derivados de las mismas o incluso la aparición de infecciones sistémicas.

La limpieza y desinfección inicial es imperativay en algunos casos se hace necesario el desbridado de las lesiones. La antibioterapia suele realizarse por vía parenteral y frecuentemente se utilizan soluciones desinfectantes de manera tópica juntamente con ungüentos o cremas antibióticas. Debe asesorarse al propietario, en caso de problemas de manejo, sobre la forma adecuada de alimentar a su especie de reptil recomendándose en la medida de lo posible el aporte de presa muerta congelada (sobre todo en serpientes). Las mordeduras en tortugas terrestres propiciadas por roedores suelen localizarse en extremidades, cabeza y cola aprovechando los periodos de hibernación de los quelonios (figura 2).

Figura 2. Mordedura de roedor con gran destrucción de tejido.

Se trata de lesiones profundas con pérdidas grandes de tejido en la mayoría de los casos. La situación pasa desapercibida para el propietario y en el momento de la visita muchas veces las lesiones son irreversibles, incluso es frecuente ver miasis (infestaciones por larvas de mosca) en las heridas. El tratamiento médico se basa en la aplicación de vendajes con apósitos adecuados para heridas húmedas infectadas o que favorezcan la cicatrización (hidrocoloides, alginatos, impregnados, etc.). El proceso de cicatrización puede dilatarse durante semanas o meses dependiendo de la gravedad de las lesiones. La cirugía de amputación está indicada en el caso de lesiones con pérdida de funcionalidad de la extremidad.

Fracturas de caparazón en tortugas

Las fracturas de caparazón y/o plastrón sue­len tener un origen diverso, desde atropellos o mordeduras de perros hasta caídas desde cierta altura (figura 3). Requieren siempre una aten­ción inmediata ya que se trata de heridas pro­fundas e infectadas con posible exposición de la cavidad celómica al exterior. Se recomienda hospitalización del animal durante unas horas para estabilizarlo (control de temperatura, fluidos, analgesia y antibioterapia) para poste­riormente hacer una evaluación de la gravedad de las lesiones, realizar lavados y desinfectar la zona con suero atemperado y soluciones anti­sépticas.

Figura 3. Fractura de caparazón y plastrón con exposición de la
cavidad celómica.

Para la reparación quirúrgica pueden emplearse diferentes técnicas como, por ejemplo, tornillos y cerclajes metálicos, resinas epoxi o fibra de vidrio. En las especies acuáticas se debe limitar temporalmente el acceso a aguas profundas para mantener lo más seca posible la zona afectada. Unos pocos centímetros de agua son suficientes para mantener la hidratación y permiten al animal alimentarse. El protocolo analgésico suele incluir fármacos opiáceos, ya que se trata de procesos dolorosos. En muchas ocasiones el animal presenta anorexia y es necesaria una alimentación forzada mediante sonda de esofagostomía (figura 4).

Figura 4. Sonda de esofagostomía en Tortuga Rusa.

Abrasiones rostrales en lagartos

Los traumatismos contra estructuras del terra­rio, principalmente vidrios, son comunes en ciertas especies de lagartos como iguanas o dragones de agua. Suelen deberse a estrés, man­tenimiento inadecuado o agresividad intraes­pecífica, entre otros motivos, y causan heridas sobre todo en la zona rostral que pueden llegar incluso a fracturas maxilares o mandibulares. Otras patologías como la enfermedad metabó­lica ósea (EMO) favorecen la aparición de frac­turas debido a la descalcificación (figura 5). En la mayoría de casos el problema se llega a cro­nificar y requiere de un tratamiento prolongado con antibioterapia, analgesia y curas tópicas. En todos los casos se debe revisar el mantenimiento del animal para determinar la causa de los trau­matismos. El cubrimiento exterior del vidrio, que impida la visión del animal hacia fuera de la instalación, es una buena solución temporal.

Figura 5. Iguana Verde con deformidad facial debida a EMO.

Conclusiones

Las heridas son un motivo frecuente por el que acuden a consulta los propietarios de reptiles.

  • La exploración y tratamiento adecuado son imprescindibles así como reconocer la causa, muchas veces relacionada con el manejo del animal, para poder prevenir futuros accidentes.
  • En numerosas ocasiones el proceso de curación es largo, son necesarias visitas sucesivas y puede ser necesario instruir al propietario sobre cómo realizar curas o administrar medicación a su animal.
  • El conocimiento de la especie en cuestión y su mantenimiento es impres­cindible para orientar al propietario sobre modificaciones en el manejo del animal.

Extraído de Luis Magen, Manejo de heridas en reptiles, Ateuves 73, pág. 28-31.

 

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