El objetivo en el manejo nutricional de la enfermedad hepática es diseñar una dieta altamente apetecible que proporcione una energía y proteínas adecuadas y todos los nutrientes esenciales.
Lipidosis hepática en gatos
La lipidosis hepática (LH), frecuente en gatos anoréxicos, puede provocar insuficiencia hepática y alteración de muchas funciones metabólicas.
Puede ser idiopática primaria o secundaria (diabetes, enfermedades gastrointestinales, pancreatitis y neoplasias). La primaria suele ir asociada a estrés, seguida de anorexia prolongada y pérdida de peso, depresión e ictericia. El pilar del tratamiento para ambas es el soporte nutricional agresivo. La alimentación forzada o el uso de estimulantes del apetito (mirtazapina) no son adecuados, y la primera puede provocar aversión a los alimentos y estrés. La alimentación por sonda es la mejor manera de administrar calorías adecuadas en un entorno sin estrés.
Se debe comenzar a alimentar con un cuarto de los requisitos (RER) calculados el primer día pero dividido en 4 a 6 tomas, para ir aumentando gradualmente durante 5–7 días. Las grasas y proteínas, generalmente, no deben restringirse.
Se ha recomendado suplementar con arginina (1.000 mg/día), tiamina (100 mg/día) y taurina (500 mg/día) durante las semanas de recuperación (aunque algunos autores indican que esas sustancias ya están incluidas en la dieta de recuperación). También se puede utilizar L-carnitina (250 a 500 mg por día) y cobalamina (125 a 250 μg por gato, subcutánea, cada 7 días, 4 tratamientos, y luego cada 2 a 4 semanas), aunque primero hay que saber si existen deficiencias. Otros tratamientos que se deben considerar son S-adenosilmetionina (SAMe), N-acetilcisteína o silibina (cardo mariano), que pueden mejorar el estado oxidativo del paciente.
Se debe tener en cuenta el síndrome de realimentación y vómitos asociado a una alteración electrolítica (deberá corregirse) y comenzar con pequeñas y frecuentes cantidades de alimento (25 % de las necesidades calóricas calculadas diarias y aumentando gradualmente durante 5 a 7 días). Para los vómitos se puede usar maropitant en una dosis menor que en gatos sanos (0,5 mg/kg SO q 24 h). Cuando consuma suficientes calorías sin necesidad de tubo, este se puede extraer.
Una falta de respuesta al tratamiento hace pensar en una afección subyacente asociada.
Enfermedades del sistema biliar
El hígado es el órgano principal para el metabolismo de las vitaminas. Tanto el almacenamiento de las mismas como la conversión de provitaminas a su estado metabólicamente activo tienen lugar en los hepatocitos.
Vitaminas liposolubles
Las vitaminas liposolubles (solubles en grasa), es decir, A, D, E y K, tienden a ser deficientes porque requieren sales biliares para su absorción, y estas disminuyen en el intestino cuando hay colestasis, por lo que la absorción de vitaminas se reduce. La vitamina E (α-tocoferol) es un importante antioxidante intracelular que protege a los fosfolípidos de la membrana celular. También ha mostrado un efecto protector en el hígado sobre el daño del cobre. En colestasis grave o anormalidades manifiestas de coagulación, se recomienda la administración de vitamina K1 (fitonadiona) de 0,5 a 2,0 mg/kg cada 12 horas por vía subcutánea, 2 o 3 dosis o hasta la normalización del tiempo de protrombina. También se recomienda 24 a 36 horas antes de biopsias hepáticas o antes de la colocación de una sonda de alimentación.
Vitaminas hidrosolubles
Las vitaminas hidrosolubles (solubles en agua), es decir vitaminas B y C, generalmente se encuentran en altas concentraciones en el hígado, donde muchas se almacenan como coenzimas. En pacientes con enfermedad hepática puede producirse un aumento de la demanda de estas vitaminas, alteración de la conversión a la forma activa de la vitamina o disminución del almacenamiento hepático.
El ácido ascórbico (vitamina C) es un importante antioxidante intracelular soluble y es necesario para la síntesis de carnitina, de interés para el transporte de la grasa hacia las mitocondrias. Las personas con enfermedad hepática a menudo tienen bajas concentraciones hepáticas de vitamina C, en parte porque no pueden sintetizar la vitamina C, pero sí los perros y los gatos 5.
Enfermedades vasculares
Es preferible dietas ligeramente reducidas en proteínas pero altamente digestibles 6,7. La restricción proteica debe ser moderada (18 %-22 % en perros, 30 %-35 % en gatos en relación con materia seca) 7. Se recomiendan proteínas de origen vegetal o lácteo 7.
Muchos veterinarios clínicos prescriben dietas bajas en proteínas desde el inicio de la enfermedad, lo que puede empeorar el cuadro clínico, especialmente si son de baja palatabilidad y el paciente presenta náuseas, pues disminuye el consumo de calorías. En los gatos es peor aún pues necesitan 2-3 veces más proteínas que el perro, y los aminoácidos, como taurina, arginina, metionina y cisteína, son esenciales (la conjugación de sales biliares en gatos depende exclusivamente de la taurina 6).
Extraído de Alfredo Pérez Rivero y Alicia Kabdur Gómez de Segura. Nutrición en pacientes con enfermedad hepática. Ateuves 81, págs. 28-31.