El objetivo en el manejo nutricional de la enfermedad hepática es diseñar una dieta altamente apetecible que proporcione una energía y proteínas adecuadas y todos los nutrientes esenciales.
Las manifestaciones clínicas de la enfermedad hepática pueden ser diferentes, por lo que la dieta dependerá de la naturaleza y extensión de la lesión. Desde el punto de vista dietético, los perros se consideran omnívoros y los gatos carnívoros estrictos u obligados.
Debemos conocer qué enfermedad padece el paciente para aportar la dieta más adecuada. A efectos didácticos, distinguiremos entre enfermedades neoplásicas, del parénquima hepático, del sistema biliar y vasculares.
Enfermedades neoplásicas
La nutrición es importante en el tratamiento del cáncer. Si es correcta, mejora la calidad de vida y contribuye a prolongarla. Debe aportar una cantidad adecuada de energía y proteínas, limitar la producción de lactato y mejorar la función inmunitaria.
Los tumores utilizan aminoácidos como fuente de energía. Algunos, como la arginina o la glutamina, mejoran la calidad de vida y el tiempo de supervivencia. Los pacientes con neoplasias requieren ser reevaluados regularmente y alimentados según sus requisitos de energía en reposo (RER) y su requerimiento diario de energía (DER) (ver cuadro).
Enfermedades del parénquima hepático
En este apartado destacamos las hepatitis crónicas caninas y las lipidosis hepáticas felinas (siguiente artículo).
Hepatitis crónicas caninas
Un animal que no come utiliza sus propias proteínas para obtener energía, de modo que puede aumentar el amoniaco endógeno y desarrollar una encefalopatía hepática (EH) posterior.
Inicialmente, los pacientes hospitalizados deben recibir los siguientes requerimientos de energía en reposo: RER = 70 × peso (kg) 0,75 o RER = 30 × peso (kg) + 70.
Los animales sanos tienen unos requisitos de energía de mantenimiento (MER), que se obtienen multiplicando el RER por 1,1 a 2,0 teniendo en cuenta la condición corporal, edad y actividad del animal. Se ajustará según el peso y la condición corporal.
La proteína es necesaria para la regeneración hepática y para prevenir un balance nitrogenado negativo. Solo deben restringirse las proteínas si existen signos de EH, y no en todos los enfermos hepáticos pues puede conducir a una desnutrición proteica. En cachorros se recomienda agregar 100 g de requesón por cada 420 g de dieta hepática y revaluar a las 2-4 semanas; se irán incrementando las proteínas hasta el nivel más alto posible en que no se produzcan signos de EH o hasta niveles de mantenimiento. Es mejor proporcionar proteínas de origen lácteo o vegetal, que las de carne, que empeoran los signos de EH.
En enfermedades hepáticas puede disminuir el almacenamiento de glucógeno hepático, por lo que es posible que exista riesgo de hipoglucemia y que aumente el catabolismo proteico para obtener energía. Ofrecer pequeñas cantidades de alimento de forma frecuente puede ayudar a prevenir esta reacción metabólica.
Una dieta rica en fibra acelera el tránsito en el colon y ayuda a prevenir el estreñimiento, por lo que las toxinas pasarán menos tiempo en el colon.
Una dieta grasa aumenta la densidad calórica y la palatabilidad. Normalmente, los pacientes la toleran bien salvo si hay una colestasis grave (en este caso resulta más difícil la digestión de grasa).
La anorexia, poliuria y menor almacenamiento hepático contribuyen a las deficiencias de vitamina B. Se recomienda un suplemento de vitamina B1 (tiamina).
La absorción intestinal de las vitaminas A, D, E y K se puede reducir si hay cualquier trastorno que haga disminuir la entrada de ácidos biliares en el intestino, o afecte al ciclo enterohepático. Las dos últimas son las que, en ese caso, se ven afectadas con más frecuencia, por lo que se tendrán que suministrar.
La hepatitis crónica asociada a una acumulación anormal del cobre requiere tratamiento para reducirlo. Se utiliza penicilamina y dieta baja en cobre. Las dietas hepáticas son las que tienen concentraciones más bajas. El cinc en la dieta puede ser beneficioso al bloquear la absorción intestinal del cobre.
Los suplementos nutricionales, como S-adenosilmetionina (SAMe), N-acetilcisteína (NAC) y cardo mariano (silimarina), son útiles por sus propiedades antioxidantes.
Extraído de Alfredo Pérez Rivero y Alicia Kabdur Gómez de Segura. Nutrición en pacientes con enfermedad hepática. Ateuves 81, págs. 28-31.
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