La piometra se define como una acumulación de pus en el interior del útero, que puede ir desde unos pocos mililitros hasta varios litros.
En la perra está relacionado con una alteración hormonal del diestro, la etapa del ciclo sexual que sucede al celo o estro. Para tratarla, se administran antibióticos y fluidoterapia, entre otros, y generalmente se recurre a la cirugía, ya sea para limpiar el material purulento o para extirpar el útero y los ovarios (ovariohisterectomía).
Hormonas y bacterias
Durante el estro, los folículos ovulados se transforman en cuerpos lúteos, que se encargan de producir grandes cantidades de progesterona, la hormona necesaria para que se mantenga la gestación en caso de que la hembra sea fecundada. Una de las funciones específicas de la progesterona es inducir el desarrollo (hipertrofia) de las estructuras glandulares del interior del útero, necesarias para el mantenimiento de la placenta.
En algunas ocasiones este tejido uterino, el endometrio, tiene una respuesta exagerada ante la progesterona, y sufre cambios patológicos. La piometra se desarrolla cuando se produce una infección bacteriana después de estas alteraciones endometriales. Además, como esta hormona también inhibe las contracciones de la musculatura uterina y mantiene cerrado el cuello del órgano, se crea un ambiente que favorece la multiplicación de los gérmenes.
Los estrógenos también pueden predisponer a la hembra a padecer piometra, puesto que sensibilizan el tejido uterino, lo que permite una mayor multiplicación de los patógenos.
¿La edad es un factor importante?
Aunque no se conoce la verdadera incidencia de la piometra en las perras, se acepta que aumenta a medida que envejecen, pero puede presentarse a cualquier edad después del primer celo. La mayoría de los casos se da en las hembras que tienen entre 4 y 10 años ya que, teóricamente, se produce después de varias exposiciones del útero a la progesterona, aunque no sea ésta la única causa. De hecho, la afección es más común en pacientes nulíparas (que no hayan tenido ningún parto) viejas, que pueden tener un mayor riesgo de contraer la enfermedad que aquéllas que ya han tenido camadas. Esto no quiere decir que otras perras no se vean afectadas puesto que, por ejemplo, con el uso de estrógenos para prevenir gestaciones no deseadas se ha incrementado el riesgo de padecer la enfermedad en hembras menores de un año que hayan completado su primer ciclo sexual.
Esta afección se considera menos frecuente en gatas debido a que su ovulación está inducida por el coito, por lo que su útero no está expuesto a la progesterona con tanta frecuencia.

(Foto: C. Ceruelo)
Síntomas más frecuentes
Los signos clínicos que aparecen en las hembras con piometra varían según la gravedad de la enfermedad. No obstante, algunos se encuentran en la mayoría de los casos y permiten diagnosticar esta patología, especialmente si la hembra ha estado en celo durante los últimos 60 a 90 días:
- Depresión.
- Incremento de la sed y la cantidad de orina (síndrome poliuria-polidipsia).
- Anorexia.
- Deshidratación.
- Abdomen distendido.
- Vómitos.
- Descarga vaginal (salida de material purulento), en caso de que sea una piometra abierta.