¿Podré pasar con mi perro?

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Cada día al salir de casa me enfrento a esta misma pregunta. He de confesar que me he vuelto de esas personas que quieren ir con su perro a todos lados, siempre teniendo en cuenta las circunstancias y el carácter de mi perra.

Sin embargo, no tengo un pequeño Chihuahua que cabe en un bolso, sino una perra mezcla de mastín que pesa 40 kilos, así que lo de llevarla en el bolso no es una opción para mí. A pesar de que mi pobre perra es todo lo tranquila que se puede pedir, a veces su tamaño resulta un inconveniente para poder acceder a bastantes sitios.

Pero, mi pregunta es, ¿por qué se discrimina por tamaño a los perros?

Hace poco decidí mudarme a Mallorca con mi pareja y mi perra desde Madrid, y con ello me he dado cuenta de la gran dificultad que supone viajar con un perro grande. Nuestras opciones de transporte incluyen básicamente todos los medios de transporte posibles. Coche o tren para llegar a la costa y luego avión o barco. Y, si además tienes que hacer esto con un presupuesto limitado, ya es para volverse loco.

En el avión, para perros grandes, la única opción es en bodega, pero el ruido, el movimiento, las temperaturas y el estrés que le supondría estar ahí sola, hace que ni me lo plantee. Y como yo, muchos. Por tanto, para llegar al barco desde Madrid tenemos que ir por carretera o tren.

A día de hoy, se está haciendo una prueba piloto en la ruta en tren Madrid-Barcelona para decidir si se permite viajar a los perros grandes. Al ir a reservar un billete, mi sorpresa fue ver que el límite de peso eran 40 kilos, que solo admitían dos perros por tren, que no por vagón, y solo en un par de trayectos al día. Sin embargo, lo mejor fue ver las obligaciones previas al viaje. Tres páginas entre las que mis favoritas son:

  • Se debe asegurar que el animal venga correctamente aseado.
  • El propietario debe ocuparse de que el comportamiento de su perro sea correcto en todo momento, para evitar que otros pasajeros puedan sentirse molestos.

Como recomendación no me parecería mal si se incluyeran también previo a sacar un billete de tren normal para cualquier pasajero.

Continuando con nuestro viaje, aún nos queda el barco: la opción menos mala. De noche viajamos juntas en camarote tranquilamente, sin embargo, en los viajes de día, donde no se dispone de camarote, ya encontramos de nuevo la discriminación por tamaño: los perros grandes deben ir en jaulas en la parte de carga. Ya solo nos queda buscar un taxi que acepte mascotas para llegar a casa. Cuando por fin llegamos a nuestro destino, lo último que queremos es pensar en más viajes.

En conclusión, cada vez son más los lugares que nos permiten estar con nuestras mascotas, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones lo que encontramos, de momento, me parece una forma de decir: somos pet friendly, pero no mucho. Creo que una sociedad que considere a las mascotas como un miembro más de la familia y que, por tanto, no discrimine según razas y tamaños, sería una sociedad mucho más avanzada.

Extraído de Isabel Corredor Gallego, Socia de ANAVET. Ateuves 101, pág. 27.

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