Estas estructuras puntiagudas que se encuentran en ciertas plantas y hierbas altas pueden convertirse en un problema para los perros en esta época del año, ya que empiezan a secarse y su forma afilada les permite adherirse fácilmente al pelaje y penetrar en diferentes partes del cuerpo. Las áreas más afectadas suelen ser las patas, las orejas, la nariz, los ojos y las vías respiratorias.
Lesiones más frecuentes
Las lesiones causadas por las espigas pueden variar desde irritaciones y heridas superficiales hasta complicaciones más graves. Entre las lesiones comunes se incluyen:
- Irritación cutánea: las espigas pueden causar enrojecimiento, inflamación y picor en la piel. Los propietarios pueden notar que su mascota se lame, se rasca o muestra signos de incomodidad en áreas específicas. Es muy frecuente que las espigas se queden alojadas entre los dedos, especialmente en perros con pelaje denso.
- Infecciones locales: si una espiga se clava en la piel, puede provocar una infección localizada. Los signos de infección pueden incluir enrojecimiento más intenso, calor, dolor, presencia de pus y mal olor.
- Lesiones en los oídos: las espigas pueden introducirse en el conducto auditivo del perro, causando dolor, inflamación y secreción. Los perros afectados pueden mostrar signos de malestar, sacudir la cabeza con frecuencia o rascarse intensamente las orejas.
- Problemas oculares: las espigas que entran en contacto con los ojos pueden causar irritación, enrojecimiento, lagrimeo excesivo y sensibilidad a la luz. En casos más graves, pueden provocar úlceras corneales u otras lesiones que requieren atención urgente.
- Complicaciones respiratorias: si una espiga entra en las vías respiratorias puede provocar tos persistente, estornudos, sangrado, dificultad para respirar e incluso neumonía por aspiración. Estos síntomas son motivo de preocupación y deben atenderse de inmediato.
Síntomas que pueden detectar los propietarios
Es esencial educar a los propietarios sobre los posibles síntomas que pueden indicar la presencia de una espiga en su perro. Algunos signos a los que deben estar atentos incluyen
- Cojera sin traumatismo previo o no querer apoyar una pata en el suelo.
- Lamido excesivo o rascado intenso en un área específica del cuerpo.
- Inflamación, enrojecimiento o secreción en los ojos, las orejas, la nariz u otras áreas, con sacudidas de cabeza, rascado intenso, estornudos, sangrado, lagrimeo excesivo, dificultad para abrir los párpados, etc.
- Tos persistente o dificultad para respirar.
- Cambios en el comportamiento, como irritabilidad o nerviosismo.
Recomendaciones
Cuando los propietarios sospechen que su perro pueda tener clavada una espiga, es importante que acudan a un veterinario de inmediato. Como profesionales, podemos tomar las siguientes medidas:
- Realizar un examen minucioso: inspeccionar visualmente al perro en busca de la presencia de espigas y realizar un examen físico completo, prestando especial atención a las áreas más propensas a sufrir lesiones.
- Retirada segura de las espigas: si se encuentra una espiga, extraerla con cuidado utilizando pinzas esterilizadas. Es fundamental asegurarse de que se ha eliminado por completo.
- Tratamiento adecuado: administrar el tratamiento indicado según la gravedad de la lesión, que puede incluir limpieza y desinfección de la herida, terapia antibiótica, antiinflamatorios y analgésicos, entre otros.
- Derivación a especialistas: en caso de lesiones o complicaciones más graves, considerar la derivación a especialistas en dermatología, oftalmología, realizar técnicas de imagen avanzadas, etc.
Conclusiones
Las espigas representan un riesgo importante para la salud de los perros. Como profesionales veterinarios, debemos estar atentos a los síntomas que pueden indicar su presencia y brindar una atención temprana y adecuada. Al educar a los propietarios sobre estos riesgos y recomendarles buscar atención veterinaria de inmediato, podemos garantizar un diagnóstico y tratamiento oportunos, minimizando así las complicaciones y el sufrimiento de nuestros pacientes caninos.