Ser conscientes de sus riesgos y poner en marcha estrategias de prevención de las zoonosis es muy importante para salvaguardar la salud humana. La historia del hombre va ligada a la tenencia de animales domésticos, que le han ayudado a desarrollarse socialmente, pero que son también posible fuente de enfermedades. En este artículo vamos a repasar los peligros asociados con la tenencia de mascotas.
Es imposible pensar en la evolución de la sociedad humana sin la presencia de los animales, que a lo largo de los siglos han apoyado al hombre favoreciendo su evolución y desarrollo social. De hecho, los estudios psicológicos más avanzados muestran que la sola presencia de un animal puede tener efectos positivos en la curación de algunos desórdenes psíquicos. Sin embargo, como siempre sucede, tenemos que considerar también los aspectos negativos que esta convivencia conlleva y, entre ellos, un papel muy importante lo juegan las zoonosis, que son las enfermedades que pueden ser transmitidas por los animales.
En este artículo nos centraremos en los peligros que derivan de la tenencia de mascotas y, analizaremos los comportamientos que podemos definir de riesgo respeto al contacto con ellas y las normas higiénicas que reducen este riesgo. Dejamos para otro artículo la descripción de las zoonosis más habituales que se desarrollan por contacto con mascotas.
La cercanía con nuestros animales de compañía ha hecho que éstos se consideren parte de la familia. Y los propietarios tienen una serie de obligaciones respecto a la vigilancia de la salud de sus mascotas.
Por otra parte, la moda cada vez más extendida de tener como mascotas animales exóticos puede suponer un riesgo si se desconoce su biología, procedencia y peligros de contagio de enfermedades.
El riesgo es máximo para ancianos, niños y, en general, todas las personas en las que el sistema inmunológico no se encuentra en plenas facultades.
La globalización como nuevo factor de riesgo
La sociedad moderna está sometida, cada vez más, a intercambios culturales como inmigración, viajes a destinos “exóticos”, desplazamientos por motivos laborales y, en general, a una movilidad que hasta ahora no se había conocido. El mundo globalizado se ha hecho más pequeño y esta cercanía hace que también las enfermedades sean “globalizadas”, sometiendo la población mundial al riesgo de pandemias, epidemias que pueden extenderse a todo el planeta. Pensamos, por ejemplo, en el SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome o síndrome respiratorio agudo), que tuvo el Sureste asiático como punto de inicio y puso en alarma todo el mundo, o en la gripe aviaria.
El cambio climático ha hecho posible que enfermedades que antes se consideraban tropicales se hayan desplazado hacia el norte, apareciendo en nuestras latitudes.
Los intercambios entre poblaciones hacen también que patologías que antes se consideraban totalmente derrotadas vuelvan a llenar las primeras páginas de los periódicos, creando un ambiente de preocupación en vista de posibles brotes de enfermedades consideradas raras en nuestros países. A este respecto, es importante recordar que no siempre la percepción mediática de la peligrosidad de una patología refleja la realidad. Recordamos otra vez la gripe aviaria, o la encefalopatía espongiforme bovina (EEB), de las que tanto se ha hablado pero que tienen una incidencia muy baja respecto a otras enfermedades mucho más habituales como brucelosis o equinococosis.
El peligro de las zoonosis
Por un lado tenemos muy presente el miedo ancestral a la enfermedad, pero por otro confiamos demasiado en la aparente higiene de nuestro entorno, olvidando que puede esconder peligros. ¿Nos lavamos bien las manos siempre antes de comer? ¿Están nuestras mascotas en las condiciones higiénicas apropiadas? Son sólo algunos ejemplos de prácticas cotidianas que pueden suponer un riesgo.
Este riesgo proviene, en muchos casos, de la posibilidad de contagio de enfermedades entre animal y hombre. Estas enfermedades se denominan zoonosis, transmisibles desde animales vertebrados al ser humano bajo condiciones naturales. El contagio puede ser directo, del animal vivo al hombre, o indirecto, a través de tierra y vegetales contaminados, alimentos, por inhalación o ingestión. Una modalidad de transmisión peculiar es a través de vectores, como mosquitos y garrapatas. Los agentes patógenos pueden ser virus, bacterias, parásitos y hongos. En el caso del contacto directo con animales, no siempre éstos aparentan la enfermedad.
Actualmente se conocen más de 200 zoonosis que tienen importancia diferente si consideramos áreas geográficas, clima, tipo de trabajo, y desarrollo económico y social. Este número tiende a aumentar debido a las extraordinarias herramientas que ha desarrollado sobre todo la biología molecular, que han permitido y permitirán la identificación y caracterización de nuevos agentes patógenos. Así, muchas enfermedades se consideran hoy emergentes en el sentido de que se han aislado por primera vez en el hombre o que se ha descubierto el agente causal recientemente (como en el caso de la enfermedad por arañazo de gato).
Normas higiénicas en la convivencia con mascotas para prevención de las zoonosis
Es necesario recomendar a los propietarios de mascotas que sigan una serie de normas sencillas como sistema de prevención de las zoonosis.
Higiene, salud y alimentación de los animales
Hay que respetar las pautas de desparasitación y vacunación de los animales, y consultar al veterinario en caso de que se detecte una enfermedad en la mascota, para que encuentre la causa y evite un posible contagio en caso que se trate de una zoonosis.
Los animales pueden infectarse, como el hombre, comiendo alimentos que no sean sanos. Por esta razón es importante alimentar a los animales con leche comercial o hervida y con carne cocida, evitando los alimentos crudos o los vegetales sucios. También hay que vigilar que no beban agua sucia en la calle o coman heces suyas o, sobre todo, de otros animales.
Higiene de los excrementos
Las heces y la orina de los animales suponen un riesgo para la salud, sobre todo de los niños que juegan en los parques o en las calles. Los animales deben llevarse a espacios controlados para que hagan sus necesidades. En caso contrario, las heces deben de ser recogidas y eliminadas para que no sean fuente de contagio, sobre todo en parques o playas.
Higiene en el contacto personal con el animal
El pelo, la saliva y las uñas de los animales pueden esconder gérmenes o parásitos peligrosos. Por ello no es higiénico dejar, por ejemplo, que un perro nos lama, especialmente en la cara. Sería una buena norma educar a los niños a lavarse bien las manos después de tocar a los animales. Además, las mascotas deben tener sus objetos personales como juguetes, platos y mantas, para evitar compartirlos con los dueños.
Extraído de Vera Vicinanza, Riesgos y prevención de las zoonosis, Ateuves nº 11, págs. 28-34.
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