La thelaziosis es una enfermedad producida por nematodos del género Thelazia y que cada vez está más extendida en nuestro país.
Hay algunas enfermedades provocadas por parásitos que son muy comunes en nuestro país y que podemos encontrar a diario en nuestra clínica. Pero otras muchas, como la thelaziosis, son más bien desconocidas para muchos de nosotros y, si bien es cierto que todavía hay regiones que no la han diagnosticado directamente, se está haciendo notar más y más con el paso de los años.
Etiología
Thelazia es un género de nematodo o gusano redondo que parasita desde mamíferos grandes (bovino, ovino, caballos, etc.), animales salvajes (zorros, lobos, etc.) hasta mascotas (como perros o gatos) y aves. Desgraciadamente, este parásito también afecta al ser humano, y por tanto se considera una enfermedad zoonótica.
Existen 16 especies de Thelazia, pero se ha demostrado que solo tres de ellas infestan a personas, y solo siete se detectan con frecuencia en el ámbito veterinario. En personas, perros y gatos se han detectado casos de Thelazia callipaeda (Europa y Asia) y ocasionalmente de T. californiensis y T. gulosa (oeste de América del Norte).
Ciclo biológico
Esta enfermedad se transmite a través de moscas no picadoras del género Drosophila (Phortica variegata, la mosca de la fruta, o por varias especies de Amiota: A. okade, A. magna, A. nagatai), que son diferentes de la mosca doméstica (Musca domestica), y que se alimentan de secreciones lagrimales en el hospedador definitivo. Recientes estudios demuestran que, a diferencia de otros artrópodos vectores de enfermedades, en el caso de P. variegata es el macho el causante de la transmisión de la enfermedad. Las hembras adultas de Thelazia depositan continuamente la fase 1 larvaria (L1s), gestada en su interior, mediante ovoviviposición. Cuando la larva L1s es ingerida por una mosca, migra a la cavidad corporal de esta y evoluciona hasta alcanzar la fase larvaria 3 (L3s) de unos 14 a 21 días. Esta fase larvaria emigra a las piezas bucales (labella) de la mosca y se deposita en el ojo, o cerca de él, cuando estas se alimentan en el hospedador, donde evolucionará a la etapa de adulto (dioicos) en aproximadamente un mes.
Se estima que las formas adultas pueden vivir hasta un año en los diferentes conductos y tejidos oculares. Los vermes se pueden localizar debajo del tercer párpado (membrana nictitante), conductos nasolagrimales, superficie de la córnea, saco conjuntival y cámara anterior del ojo del hospedador definitivo. Estos parásitos tienen aspecto filiforme y coloración blanquecina. Las hembras son de mayor tamaño que los machos, llegando a medir entre 6 y 17 mm de longitud y 0,3 – 0,85 mm de diámetro. Ambos se caracterizan por tener un extremo bucal sin labios y presentan una cutícula con estriaciones transversales que recubre todo el cuerpo, la cual les da un aspecto aserrado.
Epidemiología
Este parásito fue descubierto por primera vez en los ojos de un perro en China en 1910. De ahí que se le llame “gusano ocular oriental”, ya que en Asia Oriental la infección es endémica. En Europa, las primeras descripciones en perros se detectaron en Italia (1989), en Alemania (2004), Francia y Suiza.
En España, el primer caso se informó en el año 2010 en un perro que había estado en la zona de Cáceres, y en un gato en el año 2012. Después de otros casos reportados y de un estudio epidemiológico realizado en la región de La Vera (Cáceres), ahora esta región es endémica, al igual que sus alrededores (Salamanca, Ávila y Toledo) llegando hasta Ourense. En 2008 se informó del primer caso en humanos en Italia, mientras que en España fue en 2012. Las infecciones se incrementan en la época entre mayo y noviembre, y se ha observado que hay mayor incidencia en perros de razas grandes que pasan largos periodos en el exterior o en contacto con animales de abasto y salvajes, igual que ocurre en gatos outdoor. Cabe señalar que suele afectar a animales mayores de un año y no se han determinado preferencias ni raciales ni sexuales.
Sintomatología
Aunque hay animales que pueden ser asintomáticos, los síntomas suelen ser los siguientes:
- Conjuntivitis irritativa (signo clínico más común).
- Secreciones oculares (epífora) desde tipo seroso hasta mucopurulento por infección bacteriana secundaria.
- Prurito: los animales tienden a rascarse el ojo con la pata delantera o frotándose contra el suelo o cualquier objeto.
- Blefaritis (inflamación de los párpados) y dracriocistitis (inflamación sistema nasolagrimal).
- Blefaroespasmo (leve) y quemosis (acúmulo de líquido en la conjuntiva palpebral).
- En casos crónicos puede llegar a provocar daños en la córnea como queratitis o úlcera corneal, opacidad corneal, además de edema, fotofobia, discapacidad visual, etc.
- De manera excepcional pueden encontrarse vermes en la zona intraocular en la cavidad interior del ojo, causando uveítis. En estos casos el tratamiento es quirúrgico.
El cuadro clínico producido es principalmente el resultado del daño mecánico en el epitelio conjuntival y corneal causado por la cutícula serrada del cuerpo del helminto a nivel ocular, además de por la cantidad de nematodos adultos que habiten en la cavidad ocular.
Diagnóstico
El diagnóstico de esta enfermedad se basa en la localización física de los parásitos adultos en los sacos conjuntivales. Por tanto, es muy importante hacer una exploración exhaustiva de la cara interna del tercer párpado, la conjuntiva y el saco conjuntival ya que suelen ser los refugios favoritos del huésped. No obstante, si la presencia de nematodos adultos es escasa, puede complicarse el diagnóstico de la enfermedad. Una manera sencilla de ayudar a comprobar la presencia de los parásitos es poniendo una gota de colirio anestésico sobre el ojo, ya que de esta manera podremos explorar la cavidad interior del tercer párpado más fácilmente y, además, esto favorecerá su salida hacia la superficie ocular.
Tratamiento y profilaxis
El tratamiento se basa principalmente en la extracción manual del mayor número de nematodos posibles con la ayuda de unas pinzas no traumáticas o con hisopos, ayudándonos con lavados de suero salino. Evidentemente, esto será posible si el paciente lo permite.
Tras este proceso, debe aplicarse tratamiento ocular para poder asegurar la eliminación de las fases inmaduras de T. callipaeda y erradicar la enfermedad. Una vez recogidos y conservados en un tubo de microcentrífuga con alcohol de 70º, se enviarán al laboratorio para su diagnóstico. Entre los diferentes tratamientos posibles se encuentra la combinación de imidacloprid 10 % y moxidectina 2,5 % en perros y de imidacloprid 10 % y moxidectina 1 % en gatos en spot-on a través de la aplicación dérmica. Este tratamiento tiene una eficacia de más del 95 % nueve días después de su aplicación.
Otros principios activos eficaces como tratamiento son la milbemicina oxima, moxidectina tópica o sistémica (protección de cinco meses) o la ivermectina en dosis de 0,4 mg/kg por vía subcutánea. Hay que tener en precaución con este último en perros de raza Collie y otras razas relacionadas portadoras de la mutación del gen MDR1 por su sensibilidad al fármaco.
En cuanto a la prevención y control del parásito, la principal medida que se debe tener en cuenta es la reducción o eliminación de la mosca que lo transmite en el ámbito del hogar o al menos teniendo a la mascota lo más alejada posible de los animales exteriores. No solo es una medida preventiva para los animales, sino que, al ser una enfermedad zoonótica, también debemos protegernos nosotros. Se pueden colocar mosquiteras en las puertas y ventanas de casa, junto con una correcta desparasitación actualizada en nuestras mascotas.
Extraído de Magdalena Crespi, Thelaziosis ocular. Ateuves 91, págs. 4-6.