El trastorno compulsivo es uno de los problemas de comportamiento que se da con más frecuencia en perros y gatos. Es fundamental conocer sus causas para poder aplicar una terapia adecuada.
En la actualidad existe desacuerdo entre los especialistas en la denominación de este conjunto de patologías, y se prefiere utilizar el término de conductas o trastornos compulsivos (TC) en lugar de conductas o trastornos obsesivo compulsivos (TOC).
El término TOC fue introducido en la medicina veterinaria en 1991 a partir de una publicación de Goldberger y Rapoport en el periódico American Animal Hospital Association. Desde entonces se han realizado múltiples estudios sobre el tema y a día de hoy la comunidad veterinaria sigue haciéndose preguntas como: “¿Por qué dos perros en las mismas circunstancias desarrollan o no un TC? ¿Cuáles son las diferencias en el funcionamiento cerebral en pacientes con TC? ¿Cómo obtener más información sobre las ambiguas causas genéticas que producen este trastorno?”.
¿Qué es un trastorno compulsivo?
El TC se define como aquel comportamiento anormal que se caracteriza por la realización de conductas repetitivas y persistentes, sin parada espontánea, invariables, sin función obvia y que si bien en un inicio aparece en respuesta a un estímulo concreto, con el tiempo puede aparecer en otros contextos y sin el estímulo detonante inicial (es lo que se denomina emancipación de la conducta).
Los TC producen pérdida de la relación social y con el entorno e interfieren en la actividad normal del animal. Se trata de uno de los problemas conductuales más comunes en perros y en gatos. Las causas de su aparición o detonantes son la ansiedad, el estrés y/o la frustración derivada de la incapacidad del animal a la hora de gestionar una situación.
Es importante distinguir entre un animal que sufre un TC y otro que simplemente manifiesta conductas condicionadas, bien de forma consciente o inconsciente. Así, si el animal realiza una conducta al azar y le reporta un beneficio lúdico, trófico o social, éste tenderá a repetirla en un futuro.
Dentro de las conductas compulsivas debemos diferenciar entre conductas de sustitución y estereotipias, considerando a ambas como comportamientos patológicos. Si el animal presenta la capacidad de controlar la parada de la conducta hablamos de conductas de sustitución, mientras que en el caso de las estereotipias el animal es incapaz de detener la conducta sin una intervención externa.
Tipos de conductas estereotipadas
Distinguimos múltiples conductas estereotipadas, entre las que destacan por frecuencia y gravedad, las siguientes:
- Morderse el rabo (tailchasing): el animal da vueltas sobre sí mismo persiguiendo la cola y a veces autolesionándose.
- Dar vueltas en círculo (circling): el animal da vueltas describiendo un círculo sin llegar a autolesionarse la zona caudal. Tanto en este caso como en el anterior, es fundamental una exploración completa descartando un origen orgánico (compresión medular, dermatitis alérgica a picadura de pulga, tumor intracraneal, etc.).
- Dermatitis acral por lamido: se trata de un lamido compulsivo de las extremidades que puede provocar lesiones de consideración. Es importante realizar una exploración exhaustiva para descartar procesos dermatológicos como origen de esta conducta aberrante.
- Succión/lamido de los flancos: el animal se lame de forma compulsiva los flancos.
- Cazar moscas: son pacientes que miran fijamente a un punto e intentan morder el aire o cazar insectos inexistentes. A veces persiguen o ladran a sombras, luces o brillos.
- Síndrome del perro o gato enjaulado: en animales que pasan mucho tiempo encerrados, aislados del contacto social, con pocos estímulos y con poca actividad física pueden aparecer conductas de paseos siguiendo trayectos repetitivos, pudiendo estar acompañado de vocalizaciones. Es frecuente observar esta conducta en animales en cautividad o con espacio y actividad restringida, por ejemplo en refugios, perreras, zoológicos…
- Succión de lana: es un problema conductual felino, más habitual en gatos siameses y birmanos, en el cual los animales succionan lana o tejidos, pudiendo dar lugar a un cuadro obstructivo.
Los pacientes con TC pueden manifestar de forma concurrente otros síntomas como: taquicardia, taquipnea, midriasis, anorexia, hiperreactividad, marcaje y/o acicalamiento excesivo, agresividad, diarrea, sudoración de almohadillas plantares…
Etiopatogenia
En cuanto a su etiopatogenia, el TC es un proceso multifactorial en cuyo desarrollo se pueden distinguir:
- Factores genéticos: el hecho de que se observe más en una raza o línea familiar que en otra permite especular sobre un componente hereditario. Por poner algunos ejemplos: los gatos siameses son más propensos al acicalamiento compulsivo, los bull terriers y los pastores alemanes al circling y tailchasing y los Doberman tienden a lamer/succionar los flancos.
- Experiencias inapropiadas: en las primeras etapas de desarrollo del animal son muy importantes la socialización con personas y otros animales, así como la habituación a múltiples estímulos ambientales, lo que permite evitar experiencias aversivas. La carencia de estos vínculos socio-afectivos predispone al animal al estrés, lo que facilita la aparición de estas conductas. En la actualidad existen numerosas evidencias sobre la importancia de los cambios durante la gestación y los efectos a largo plazo sobre los cachorros, e incluso el estilo de vida de los padres antes de la gestación, ya que puede dar lugar a cambios en el genoma y transmitirse a futuras generaciones (es lo que se conoce como epigenética).
- Hipoestimulación ambiental: los ambientes monótonos, con ausencia de estímulos, falta de juego o aislamiento social, son factores que pueden actuar como detonantes o facilitadores de TC.
- Destete precoz o cachorros huérfanos: existen algunos autores que especulan sobre la relación entre conductas de succión y amasado en felinos domésticos adultos y el destete precoz de los mismos.
- Ansiedad: puede deberse a cualquier cambio realizado en la vida del animal: un nuevo domicilio, un nuevo miembro en la familia, cambio de dueño, competencia por la integración en el hogar de otra mascota, manejo inadecuado como el castigo físico o el hacinamiento, entre otros factores.
Alteraciones neuroquímicas o causas orgánicas: múltiples patologías pueden estar presentes y actuar como desencadenantes de un TC o pueden aumentar el estrés del animal, facilitando su aparición.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico de los TC se realiza según un examen clínico etológico, después de haber descartado previamente el padecimiento de un problema orgánico mediante un examen físico completo y las pruebas que sean precisas en función de la sintomatología del paciente.
El tratamiento requiere de una terapia de comportamiento bien orientada. Esta terapia cognitivo-conductual depende, en gran medida, de dar con la verdadera causa del problema. Comprende varios aspectos: formación del propietario, enriquecimiento ambiental, así como la implementación de técnicas de modificación de conducta.
En ocasiones el etólogo clínico asocia a la terapia conductual un tratamiento médico-dietético, el cual podemos clasificar en:
- Tratamiento dietético: dietas con mayores niveles de triptófano.
- Tratamiento feromonal: feromonas felinas o caninas.
- Tratamiento nutracéutico: alfa-casocepina, triptófano, teanina.
- Tratamiento con psicotrópicos: ansiolíticos (diazepan, alprazolan), antidepresivos tricíclicos (clomipramina), ISRS (fluoxetina).
El pronóstico es reservado, especialmente en los casos crónicos donde ya existe una emancipación de la conducta problema. El tratamiento puede durar meses y no siempre se obtiene una curación completa, sino un control del TC.
Extraído de: María Goretti Díaz Regueira, Trastornos compulsivos en perros y gatos. Ateuves nº 58, pp. 22-24
2 comentarios
Pingback: Problemas de agresividad en el gato
Pingback: Alimentos para reducir el estrés