El apoyo dietético es clave en el manejo de los perros que padecen alguna enfermedad hepática.
En caso de afección aguda, el tratamiento se dirige sobre todo a favorecer el proceso de regeneración hepática. El perro se puede recuperar totalmente si las lesiones hepáticas no son demasiado graves.
En caso de enfermedad crónica, el objetivo es optimizar las capacidades metabólicas que aún restan, reducir las complicaciones y limitar el proceso de degeneración hepática. Un cambio en la dieta precoz para controlar la malnutrición, ascitis y encefalopatía hepática es importante para reducir la mortalidad.
Manejo dietético adaptado al tipo de enfermedad hepática
Insuficiencia hepática aguda
Los perros con insuficiencia hepática aguda habitualmente presentan hipercatabolismo y precisan una intervención nutricional rápida para impedir que la malnutrición comprometa el pronóstico. El hígado posee una capacidad de regeneración sorprendente, aunque debe disponer de un abastecimiento nutricional suficiente.
La fluidoterapia, con un suplemento de glucosa y potasio si fuera necesario, es imprescindible para obtener la estabilización inicial. Los vómitos pueden controlarse con antieméticos.
Si el perro está anoréxico, debe instaurarse una alimentación por sonda con comidas frecuentes (entre cada 3 y 6 horas) de poco volumen, siempre que no presente vómitos incoercibles.
El paciente precisa un aporte de energía y proteínas suficiente para permitir la regeneración del hígado: nunca se deben reducir las proteínas.
La alimentación oral debe introducirse progresivamente mediante pequeñas comidas frecuentes para no sobrecargar la capacidad metabólica del hígado.
La tolerancia a las proteínas puede mejorarse aumentando la concentración energética del alimento (mezclando, por ejemplo, un alimento para perros convalecientes con el alimento específico para la alteración hepática) y/o utilizando medicamentos que prevengan la encefalopatía hepática (lactulosa o antibióticos por vía oral).
El origen de las proteínas es también importante: las proteínas lácteas y las de la soja son las que mejor se toleran.
Enfermedad hepática crónica
El control de la nutrición de los perros que sufren hepatitis crónica tiene como objetivo mantener el estado corporal, facilitar la regeneración del hígado y reducir los signos de la encefalopatía hepática.
La cantidad de alimento que hay que suministrar al principio debe basarse en una estimación de las necesidades energéticas del animal.
Todos los esfuerzos deben encaminarse a animar al perro a comer de manera espontánea.
Los alimentos deben ser palatables y administrarse en pequeñas comidas: entre 3 y 6 al día.
Los perros que rechazan la comida, o que consumen cantidades insuficientes para hacer frente a sus necesidades, deben alimentarse por sonda para poner fin al círculo vicioso del catabolismo muscular excesivo que agrava el malfuncionamiento hepático.
Por regla general, la evaluación del equilibrio entre las proteínas y la energía de la dieta se basa en un seguimiento semanal del peso y de la albuminemia. Una hipoalbuminemia progresiva (en ausencia de proteinuria) es indicativa de que existe malnutrición proteica o de que sigue evolucionando la alteración hepática.
Encefalopatía hepática
Es un trastorno metabólico que afecta al sistema nervioso central y se desarrolla secundariamente a una alteración hepática.
La dieta debe proporcionar los suficientes niveles de energía y proteínas para favorecer la regeneración hepática, pero en primer lugar se administra una dieta baja en proteínas junto con un tratamiento médico para intentar reducir la absorción de amoníaco en el colon (lactulosa, antibióticos por vía oral).
Cada semana, o cada quince días, se va aumentando progresivamente el contenido de proteínas hasta que el perro ya no presente más síntomas neurológicos.
Si a pesar de la dieta baja en proteínas y el tratamiento médico persiste la encefalopatía hepática, deben reemplazarse las proteínas cárnicas por proteínas vegetales y/o lácteas, que sean altamente digestibles. La adición de fibras solubles puede tener también un efecto beneficioso al acidificar el contenido del colon y reducir la absorción de amoníaco.
Artículo extraído de: Manejo nutricional de los pacientes con enfermedad hepática. Ibone Olóndriz. Ateuves 37, pp. 12-15.