¿Alguna vez te has encontrado con un perro agresivo en la clínica? ¿Cómo has controlado la situación? El manejo de perros agresivos no es algo sencillo. En este artículo te mostramos el origen de este comportamiento y te descubrimos algunos aspectos básicos del manejo de los animales que lo presentan.
En los últimos años la preocupación por la conducta agresiva de los perros ha adquirido mayor magnitud debido, en parte, a la proliferación en los medios de comunicación de noticias referentes a agresiones a personas. Si bien es cierto que la agresividad es el problema de comportamiento más grave que pueda tener un perro, los datos que se dan en los medios informativos deberían tomarse con precaución.
La agresividad surge en el perro como respuesta a una situación conflictiva o que le transmite inseguridad, y es a través de esta conducta agresiva como logra controlar la situación. El animal aprende que gruñendo, ladrando o mordiendo, aquello que le está amenazando desaparece. Esta situación que se le presenta al perro no tiene por qué ser en todos los casos una verdadera amenaza pero él la percibe como tal y reacciona.
Comunicación canina
El perro no suele atacar directamente, ya que el ataque físico es una estrategia de alto riesgo que puede conllevarle graves consecuencias. Por ello, antes de atacar lleva a cabo una serie de amenazas y adopta determinadas posturas con el fin de evitar el contacto físico a la hora de resolver disputas (Reisner, 2002). Por lo tanto, habrá que conocer y saber interpretar estas posturas amenazantes para prever el comportamiento del animal y poder anticiparse al ataque.
Existe una “escala de agresión” que clasifica las acciones del animal de mayor a menor grado de agresividad (Shepherd, 2002):
- Mordisco
- Intentar morder
- Gruñido
- De pie rígido, mirada fija
- Estirado, pata levantada
- Agachado, cola entre las patas
- Arrastrándose, orejas hacia atrás
- Alejarse
- Apartar el cuerpo, sentarse, dar la pata
- Apartar la cabeza
- Bostezar, parpadear, lamerse la nariz
Tipos de agresividad
Diagnosticar correctamente el tipo de agresividad y adecuar un tratamiento es muy importante para poder manejar correctamente a un perro con tendencias agresivas y evitar de esta manera que se lleguen a producir situaciones incómodas e incluso peligrosas.
Existen tantas clasificaciones de la agresividad como autores la han estudiado. A continuación se describen los tipos que se presentan de forma más habitual en las consultas veterinarias y en los que coinciden la mayoría de los autores.
Conflicto jerárquico
Este tipo de conducta, también denominada agresividad por dominancia, se presenta principalmente en el ámbito doméstico, en la casa donde conviven los propietarios y el perro.
Sin embargo, estos animales no suelen ser muy violentos en la clínica veterinaria ya que el blanco de los ataques son los miembros de la familia y no el veterinario ni el auxiliar.
Miedo
Es la forma de agresividad que podemos encontrarnos más frecuentemente en la consulta veterinaria, y se manifiesta cuando el perro se siente amenazado por una persona. Entre los orígenes de esta patología, los dos más comunes son:
- una socialización pobre del animal, con escasos estímulos sociales.
- la vivencia de una experiencia traumática.
El diagnóstico de este tipo de agresividad se basa en la observación de la postura típica que incluye la cola baja y las orejas y comisuras de los labios hacia atrás.
En cuanto al tratamiento de esta patología, resulta más sencillo y el pronóstico más prometedor cuando deriva de una experiencia traumática que en el caso de una pobre socialización.
A la hora de evitar y controlar esta agresividad en la clínica veterinaria, hay que tener en cuenta que un perro con miedo tratará de morder si se encuentra ante una persona que le intimida. Por lo tanto, evitar el contacto visual o verbal con el animal ayudará a que éste se encuentre menos amenazado. En caso de que el perro muestre una conducta sumisa y se esconda, podría intentar morder si lo forzamos a salir de su escondite.
Evidentemente, ante este tipo de patología, el castigo físico debe ser eliminado de nuestra pauta de actuación.
Territorial
Este tipo de agresividad surge en el animal por el impulso de proteger un determinado recurso. Esta respuesta violenta se agrava con el tiempo, ya que normalmente tiene un refuerzo que difícilmente podemos controlar.
Por ejemplo, en el supuesto de que un perro sienta el impulso de proteger el vehículo en el que se encuentra, cuando alguien se acerque, si el animal se muestra agresivo, generalmente la persona se aleja.
De esa forma aprende que cuando ladra, el peligro desaparece, y así, día a día se va reforzando su conducta agresiva en lo que el animal considera su territorio.
Causa orgánica
No se puede olvidar que un posible origen de la irritabilidad de un animal puede ser el dolor, sobre todo si es crónico. En este caso, la agresividad irá dirigida a la persona que le potencia ese dolor, normalmente el personal sanitario.
Para evitar agresiones en la consulta lo más recomendable es el uso de bozales. Una vez controlado al animal y diagnosticada la causa del dolor, se intentará eliminarla urgentemente, o al menos evitar el dolor mediante fármacos.
Otros
Además de las agresividades descritas anteriormente, que son las más comunes en el día a día de la práctica veterinaria, existen otros tipos como son:
- Agresividad por juego
- Agresividad maternal
- Agresividad predatoria
No vamos a detallar estas formas de agresividad, ya que no es habitual su presentación en la consulta veterinaria.
¿Qué hacemos en la clínica?
La consulta veterinaria es un lugar conflictivo para una mascota. En general, el animal asocia la clínica a sensaciones dolorosas, así que probablemente utilizará recursos para evitar ser manipulado. Las siguientes medidas pueden ayudar a minimizar o evitar los riesgos que un profesional puede sufrir, por parte de un animal agresivo:
- Evitar la provocación innecesaria al animal.
- No darse a conocer a un animal agresivo, que sea él, el que dé el primer paso, si quiere.
- Evitar el contacto visual, acariciar o cualquier otra conducta que pueda intimidar al animal.
- Si es posible, los propietarios no deberían estar presentes durante el examen físico de la mascota. El animal puede ponerse más nervioso por la presencia de su dueño y éste no siempre es capaz de contenerle.
Si el riesgo de morder se considera importante, es recomendable contener al animal en una jaula durante la visita.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, podremos manipular un animal agresivo en la consulta, diagnosticar el tipo de agresividad que tiene y hacer más fácil su recuperación.
Extraído de: Esther Pérez Calvo, Perros agresivos. Comportamiento y manejo, Ateuves 10, pp. 32-36.
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