Enfermedades nutricionales comunes en varanos

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La falta de conocimiento sobre las necesidades nutricionales y ambientales de estos reptiles dan lugar a dos enfermedades muy importantes que hay que conocer: la enfermedad ósea metabólica y la obesidad y lipidosis hepática.

Los varanos son unos reptiles que pertenecen al orden de los saurios. Su popularidad ha ido en aumento en estos últimos años y, aunque ya se podían ver ejemplares tan impresionantes como el dragón de Komodo (Varanus komodoensis) en algunos zoológicos, ahora nos encontramos con ejemplares en las clínicas derivados de colecciones privadas o incluso de aficionados principiantes.

A la hora de atender a estos escamosos hay que tener en cuenta que existen de 79 a 85 especies de varanos diferentes, repartidas por diferentes puntos geográficos. Se pueden encontrar desde la sabana africana, pasando por las islas de Nueva Guinea hasta los bosques tropicales de Australia. Es sensato pensar que el varano del Nilo (Varanus niloticuss) se alimentará de forma diferente que el varano de cola espinosa (Varanus acanthurus), que el varano arborícola azul (Varanaus macraei) o que el varano de la sabana (Varanus exanthematicus). No solamente por la diferencia de tamaño sino porque sus hábitats tan dispares también condicionan sus requerimientos nutricionales.

Las enfermedades nutricionales son comunes en las clínicas de exóticos y derivan de un desconocimiento
de las necesidades de la especie. En este artículo hablaremos sobre las más comunes en varanos.

Enfermedad ósea metabólica

La enfermedad ósea metabólica (EOM) o hiperparatiroidismo nutricional secundario es causado por una falta de calcio y/o vitamina D3. La vitamina D3 se obtiene de dos formas diferentes: se puede obtener a través de la dieta o a través el sol. Las presas enteras suelen contener buenos niveles de vitamina D3, sin embargo, la materia vegetal carece de esta vitamina, por lo tanto, los reptiles utilizan la exposición a los
rayos ultravioleta B y el calor para formar la vitamina D3 en la piel.

Una vez en el organismo, la vitamina sufre una serie de transformaciones que permiten regular los niveles de calcio en sangre y permiten su absorción en el intestino. Si los niveles plasmáticos de calcio o vitamina D3 son insuficientes, el organismo utiliza el calcio almacenado en los huesos para compensarlo, y es por esto por lo que los animales afectados por la enfermedad presentan huesos blandos, deformes y quebradizos.

Otra función en la que está involucrado este mineral es en la transmisión de impulsos nerviosos, pudiendo dar sintomatología neurológica cuando la enfermedad es grave, tales como temblores, convulsiones y paresia. Además, el calcio tiene un papel muy importante en la contracción muscular, su déficit afecta al miocardio y puede provocar fallo cardiaco cuando la enfermedad está muy avanzada.

¿Por qué se desarrolla esta enfermedad?

En animales carnívoros que se alimentan de presas enteras, la deficiencia de calcio o vitamina D3 no es tan común como en otras especies herbívoras, debido a que las presas enteras tienen una proporción equilibrada de calcio/fósforo (Ca/P). Sin embargo, con una alimentación insectívora esto se complica. La proporción Ca/P es importante debido a que el fósforo disminuye la absorción del calcio en el tracto digestivo; si se ofrece una alimentación con más fósforo que calcio, este no será absorbido correctamente.

Los animales más afectados son aquellos que tienen una alimentación exclusiva de insectos o ejemplares baby o juveniles, ya que sus requerimientos nutricionales son mayores.

El problema habitualmente radica en la limitada variedad de insectos que se encuentran hoy en día en el mercado y que distan mucho de los que encontrarían en su hábitat natural. Además, a menudo el propietario no tiene en cuenta que la proporción de nutrientes varía según la especie de insecto, por ejemplo, gusanos como el gusano rey o zophoba, tienen un alto contenido de fósforo, en cambio el grillo doméstico tiene un alto contenido de calcio.

Existen tablas nutricionales de insectos en internet que nos permiten orientarnos para saber cuál es la mejor opción. Aun así, en general, la mayoría de los insectos comercializados tiene una proporción inadecuada de Ca/P y es por esto que hace falta suplementar a las presas con calcio espolvoreado. Aunque se sabe que es beneficioso para los animales, aún no hay estudios concretos sobre la cantidad de calcio que se debe administrar.

Por otro lado, a veces se nos olvida que el inicio de una buena nutrición empieza alimentando de forma adecuada a las presas. Cuando los insectos están 24 horas sin ingerir alimento su carga nutricional se reduce considerablemente.

De esta manera, lo que se ofrece al reptil es una cáscara prácticamente vacía. Hay que proporcionar fruta y vegetales frescos a los insectos para que puedan nutrirse y evitar alimentos proteicos.

Dejando de lado la alimentación, implementar una correcta fuente de ultravioleta B y de calor será imprescindible para la activación de la vitamina D. Aunque la dieta sea la correcta, si la radiación y el calor no son adecuados, la vitamina D no se formará y la absorción del calcio en tracto intestinal será poca o nula. Hay que tener en cuenta que especies de varano procedentes de África o Australia necesitan una radiación y una temperatura mayor que aquellos varanos que proceden de un hábitat tropical. También existen tablas y un método llamado “las zonas de Ferguson”, sacado de su propio estudio, que nos indica cuánta radiación ultravioleta y calor necesita un reptil según la especie.

Obesidad y lipidosis hepática

La obesidad afecta a gran parte de los reptiles en cautiverio, y es debido a un desconocimiento de los hábitats alimenticios y la falta de enriquecimiento ambiental. Los nuevos propietarios, y a veces incluso propietarios más experimentados, tienden a pensar que los reptiles se alimentan como los mamíferos, es decir, comen cada día o incluso varias veces al día, pero esto es erróneo. Los reptiles tienen un metabolismo mucho más lento y es debido a varios factores. Son animales de sangre fría, esto significa que su energía no la gastan en mantenerse calientes y que, al no gastar tanta energía, no necesitan alimentarse tan frecuentemente.

Es por esto por lo que su fisiología está adaptada a una dieta oportunista. Los varanos pueden recorrer grandes distancias en busca de alimento y encontrar pequeñas presas o nada durante el camino. Su dieta mayoritariamente se basa en insectos, pequeños roedores y huevos de pájaros. Esto queda muy lejos de la alimentación que se da en cautividad, compuesta muchas veces de ratas, pollos e incluso conejos, que se ofrecen con abundancia debido a la voracidad que muestra el animal.

Confundir el hambre con la voracidad es un error común ya que los reptiles aprovechan todas las oportunidades de alimentarse como si no fueran a comer en largo tiempo. Esto se hace realidad en ciertas épocas del año, como por ejemplo en época de hibernación, estivación o brumación. Su anatomía adaptada les permite almacenar los nutrientes y utilizarlos en época de escasez, y por ello los varanos y otros reptiles tienen mecanismos de almacenaje de grasa, como los cuerpos grasos del celoma, la cola y el hígado. Varanos como el varano de la sabana (Varanus exanthimacus) pueden pasar hasta seis meses sin alimentarse gracias a sus reservas.

¿Por qué se produce está enfermedad?

Cuando en cautividad esta grasa no se utiliza porque no buscan alimento, no hibernan, no se reproducen, no huyen y, en definitiva, no reproducen ninguno de los comportamientos naturales, esta grasa se va almacenando hasta provocar una enfermedad, la lipidosis hepática.

La lipidosis hepática no es más que un acúmulo excesivo de grasa en las células del hígado. Este exceso provoca el fallo de las funciones del hígado y como consecuencia la muerte. Tiene una manifestación silenciosa con síntomas tan generales como anorexia y depresión, por ello la prevención es vital en esta enfermedad ya que muchas veces los síntomas se revelan cuando el animal ya está gravemente afectado.

Detectar si el reptil está obeso resulta más fácil de lo que parece. Un primer lugar en el que fijarnos es en la base de la cola, el acúmulo de grasa le dará una forma redondeada y al palpar no notaremos los huesos. El celoma adoptará también una forma redondeada y al palparlo notaremos los cuerpos grasos a cada lado. En algunas especies también se acumulan dos sacos encima de la cabeza.

Bibliografía

  • Albert Martínez Silvestre (2003). Enfermedades de los reptiles, ed. Reptilia Ediciones.
  • Álvaro Camina Vega (2019). Varanos. Biología, mantenimiento en cautividad y clínica, ed. Fardatox
    ediciones.
  • Roberto F. Aguilar, Sonia María Hernández, Stephen J. Divers, David Perpiñán (2010). Atlas de
    medicina de animales exóticos, ed. Inter-médica.
  • Christoph Mans, Jana Braun (2014). Update on Common Nutritional Disorders of Captive Reptiles.
    In Veterinary Clinics of North America- Exotic Animals Practices. (Vol. 17, Issue 3).

Extraído de Ana Lorman. Enfermedades nutricionales comunes en varanos. Ateuves 95, págs. 18-21.

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