¿Conoces bien a tu jefe? ¿Sabes qué opina de ti? ¿Qué reacción tiene cuando entras a su despacho? ¿De qué manera te habla cuando estás con otros compañeros de trabajo?
Cada jefe posee su propio estilo: los hay autoritarios, democráticos, protagonistas, fríos, asesores, paternalistas o incluso complacientes. Descubre cómo es el tuyo; si lo tienes claro te ayudará a entender mejor sus acciones y te dará una idea de cómo compenetrarte mejor con él.
¿Cuál es tu actitud?
Por ejemplo: ¿eres de los que se quejan continuamente? Deja de hacerlo, a nadie le gusta tener un moscardón en su oreja. Si te pagan poco, trabajas mucho o nadie reconoce tu labor, enfoca tus energías en hacerte presente aportando soluciones y buen humor. Lo demás llegará poco a poco y al menos te sentirás mejor y conseguirás crear un ambiente laboral más relajado y afable.
En lugar de quejarte porque un cliente ha fallado a su cita y otro te ha contestado mal, llama al primero para descubrir la causa por la que no se ha presentado en el centro y ofrécele otra cita, y trata de olvidar al segundo que tiene un mal día.
Es una cuestión de actitud. Busca dentro de ti cuáles son tus aspiraciones, aquello que realmente te motiva en tu trabajo. Puede ser el dinero, la satisfacción profesional, la opción de escalar posiciones de más responsabilidad, servir al bienestar social, sentirte realizado… Piénsalo bien y si lo ves conveniente haz partícipe a tu jefe de tus aspiraciones.
¿Qué espera él de ti?
Es importante que averigües cuáles son las expectativas que tu jefe tiene depositadas sobre ti. Si no lo has hecho todavía, habla con él sobre los objetivos que quiere que alcances: mejor si te los da por escrito, a corto y medio plazo. De este modo tu relación será más saludable porque estaréis en la misma línea de trabajo. Además puedes aprovechar para comentarle cuáles son tus aspiraciones.
En numerosas ocasiones te tocará realizar labores que te disgustan, como estar sentado enfrente del ordenador en una habitación mientras que a ti lo que te gusta y se te da bien es estar de cara al cliente, o bien te encargas de la atención telefónica y te gustaría estar de ayudante de quirófano. Quizás tengas una solución a tu problema si le comunicas con una actitud adecuada a tu jefe lo que realmente te gustaría hacer; todos saldréis ganando, ya que se obtienen mejores resultados cuando cada uno realiza lo que mejor sabe hacer y lo ejecuta contento.
Lo ideal sería que en cualquier negocio cada empleado realizara las actividades con las que más disfruta, pero también es cierto que siempre hay labores que nadie quiere y se tienen que repartir. La última palabra siempre la tendrá el jefe.
Puedes intentar ganarte su confianza mediante el resultado de tu trabajo y tu actitud con los compañeros. No vayas a hablarle mal de ellos al jefe porque crearás un ambiente negativo y poco productivo. Al contrario, espera que seas un aliado que desea conseguir los objetivos comunes. Con tu buen trabajo él obtendrá el éxito del negocio. Tampoco entres en corrillos de crítica hacia él porque puede llegar más de un malentendido a sus oídos que te coloque en una situación delicada.
Sé asertivo y comunícate
La asertividad se encuentra en medio de la agresividad y la pasividad (o falta de asertividad). Es un comportamiento que define a personas que no se dejan someter a la voluntad de los demás ni les agrede verbalmente. Es un signo de autoconfianza.
Esta conducta es muy importante en el trabajo, ya que implica saber decir no a tareas que sabes que no vas a poder asumir, bien porque no estás capacitado o bien porque no tienes tiempo material. Hay quienes dicen sí a todo lo que su jefe dice por miedo a represalias. Así que ofrece alternativas y explicaciones respetuosas cuando veas que algo no es viable. Exprésate de forma congruente y clara, comunica tus ideas y opiniones sin herir ni perjudicar a nadie.
La comunicación no debe descuidarse nunca. Las nuevas tecnologías nos facilitan muchos aspectos del trabajo, pero no hay que olvidarse de que para mantener una relación sincera y sostenible con alguien como tu jefe no basta con comunicarse a través del correo electrónico o mensajes varios a través de la Red. Es imprescindible que hables con él cara a cara.
Extraído de: Natalia Sagarra. Empleado y jefe, una relación para el bienestar. Ateuves 49, pp. 10-13
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