¿Niños en la clínica, acompañando a su mascota? Para todos los que trabajan en un establecimiento cara al público, lejos de ser encantadores pueden convertirse en una pesadilla: gritan, saltan, tocan y descolocan todos los productos de los expositores, nos interrumpen… ¿Sabemos realmente cómo domar a estas “fierecillas”?
Los niños son curiosos por naturaleza. Esto puede ser un gran inconveniente en nuestra clínica que, hasta el momento de la aparición de estos pequeños clientes, estaba pulcra y ordenada. Sin embargo, si sabemos canalizar esa curiosidad innata se puede convertir en nuestra mejor aliada.
El mejor comienzo para establecer un buen vínculo y trato con los niños es conocer cuáles son las capacidades y el desarrollo mental en cada etapa de crecimiento del niño, para entender mejor su comportamiento y adecuar la estrategia y la forma de atención que dirigiremos hacia ellos. La clave del trato con los niños es el diálogo, la persuasión y predicar con el ejemplo.
Entre 2 y 4 años
Su capacidad de atención está muy poco desarrollada, por lo que no nos prestarán atención más de unos minutos de forma continuada. Pedirle a un niño de esta edad que esté quieto y sentado es casi una “misión imposible”. Admiten jugar con otros pero, a su lado, no con ellos. Sin embargo, les encanta imitar y colaborar con los adultos en tareas rutinarias ya que esto les aporta confianza y les estimula. Sus juegos preferidos son aquéllos en los que predomina el conocimiento del medio, actividades, manualidades básicas y fantasía. A esta edad, las películas o pequeñas manualidades como colorear o poner pegatinas pueden ser actividades de entretenimiento muy atractivas.
De 5 a 8 años
La capacidad de atención de los niños de entre 5 y 8 años es muy superior a la de los niños preescolares. Además, su escolarización crea en ellos hábitos sociales y pedagógicos, lo que les permite mantener relaciones y comportamientos más ordenados y razonamientos más profundos. Son más receptivos a los juegos con normas o reglas. Valoran mucho los principios como la justicia y la amistad, y les estimula mucho la competitividad y el autodesarrollo.
A los 5 o 6 años podemos incentivarles a que realicen tareas autosuficientes y de cierta responsabilidad. Es una buena edad para hacerles responsables de ciertas obligaciones con su mascota como, por ejemplo, encargarse de cambiar y reponer el agua y el pienso del animal y preguntarles cómo lo hacen, alabando sus esfuerzos.
De 9 a 12 años
Esta es la etapa de la preadolescencia. Se ha formado ya la personalidad básica y el niño/chico desea adquirir nuevas habilidades. A estas edades los niños son más independientes y demandan libertad en la toma de decisiones. Su grado y necesidad de socialización es elevado y les encantan los desafíos que requieran razonamiento o habilidad física. Comienzan a tener aficiones propias y es bueno proponerles tareas de responsabilidad y autonomía.
A los 12 años, aquéllos que estén en la preadolescencia o adolescencia pueden ser inseguros. Debemos tener cuidado con los juicios personales.
Es una buena edad para proponer que se expresen y que nos ayuden en ciertas tareas. “¿Puedes ayudarme a sujetar a Misi?” o “¿Quieres que te enseñe como debes limpiar las orejas de tu perro? Ahora inténtalo tú”. Las alabanzas a esta edad producen una enorme satisfacción. “Vaya, ¡qué bien se te da cuidar de los animales!”. También podemos indagar o hablar sobre sus aficiones.
Algunas ideas para entretener a los niños en la clínica
Si se dispone de espacio suficiente en la sala de espera, podemos proponer al veterinario que disponga una mesa y un par de sillas infantiles. Este rincón lo podemos decorar con plantillas de personajes famosos de dibujos animados que representen a animales y un cajón con cuentos y algunas hojas para colorear. Debemos tener cuidado de que los padres no piensen que el niño puede permanecer allí mientras él pasa a consulta, pues podemos convertir la sala de espera en una guardería. Para ello, al mostrar el lugar aclararemos: “Puedes pintar o leer algún cuento mientras esperáis a que el doctor os atienda”.
Sopa de letras
Podemos tener en la sala de espera varias sopas de letras que habremos diseñado e impreso con el ordenador. El objetivo es buscar diferentes animales o razas con varios niveles de dificultad. Por ejemplo: “Busca el nombre de cinco reptiles” o “Busca el nombre de cinco razas caninas”. Al terminar la visita les podemos pedir que nos lo entreguen y, si lo han resuelto, les entregaremos un pequeño obsequio.
Cada oveja con su pareja
El viejo juego de enlazar parejas de dibujos o palabras relacionadas entre sí. Para los más pequeños será de dibujos y para los mayores más complicado. Siempre relacionado con las mascotas y los animales en general.
Adivina las razas
En una lámina dispondremos diez dibujos o fotos de diferentes razas y los niños tendrán que escribir al lado de cada imagen su nombre.
Vídeos
Tener una pequeña pantalla en la sala de espera permite proyectar vídeos informativos e incluso promocionales. La imagen capta la atención de forma inmediata. Si no, fijémonos en lo que hacemos cuando entramos en un bar donde hay un receptor de televisión encendido. Sin querer, dirigiremos la atención hacia él en algún momento.
En el caso de que haya niños en la sala de espera, podemos poner películas o episodios de dibujos animados. Es preferible que sean de corta duración, ya que si son películas completas podemos causar el efecto contrario, es decir, que los niños o los padres quieran permanecer más tiempo de lo “deseable”.
Ginkana óptica
Colgar fotos o dibujos de diferentes animales en la sala de espera es una atractiva manera de decorarla pero además puede ser un “escenario” ideal para proponer a los pequeños una búsqueda de imágenes. Lo podemos llamar “la búsqueda del enigma animal”. Les daremos una ficha y les preguntaremos ¿Cuántos perros has visto? o ¿cuántas aves y cuantos mamíferos puedes contar?
Por supuesto, este es un juego de “un solo uso” para cada niño pero podemos ir cambiando la decoración de la sala o ideando nuevas preguntas para cada mes. Un ejemplo puede ser “este mes se nos ha perdido un hámster, ¿podrías encontrarlo?”.
No nos llevará mucho tiempo y seguro que creará afición en los pequeños clientes habituales. Por supuesto, daremos un obsequio al niño antes de que se vaya, le alabaremos y le daremos las gracias por su colaboración.
¿Cuánto sabes de tu mascota?
Podemos preparar un cuestionario donde les preguntemos sobre los cuidados y/o costumbres de su mascota. Deberemos elaborarlo con preguntas sencillas pero, a la vez, ingeniosas e ilustrarlo de forma que resulte atractivo. Al sentarse en la sala de espera, le preguntaremos “¿quieres jugar un rato?” y le propondremos que si acierta un número determinado de respuestas le daremos un premio.
Eventos especiales: charlas
En ocasiones especiales (aniversario de la inauguración de la clínica o periodos vacacionales) podemos realizar reuniones para los hijos de nuestros clientes. Podemos elaborar pequeñas charlas que les expliquen cómo cuidar a sus mascotas.
Por supuesto, elegiremos fechas y horarios de poca afluencia de clientes y las llevaremos a cabo en una estancia cerrada de la clínica, que prepararemos para este día. Deben ser sesiones cortas, de no más de media hora, y en grupos reducidos. Deberemos contar con la aprobación y el asesoramiento del/los veterinarios.
Premios
Debemos evitar las golosinas o similares. A los padres les cuesta evitar que sus hijos ingieran las llamadas “calorías vacías” y hoy en día han dejado de ser un extra para pasar a ser un hábito. Evitaremos también problemas con niños que puedan padecer algún tipo de enfermedad como obesidad, diabetes, celiaquía o simplemente que el padre tenga que desaprobar la recompensa. Optaremos por cuentos de animales, peluches, llaveros o similares, que también pueden llevar grabado el logotipo de la clínica.
Extraído de: Elena Malmierca, Los niños también son clientes. Aprende a tratarlos, Ateuves nº 9.