Electrocución en mascotas

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Los accidentes eléctricos aunque poco frecuentes producen en los animales grandes daños en la mayoría de las ocasiones, tanto en el momento del contacto como posteriormente. Por ello es esencial saber qué hacer en estas situaciones.

La electricidad es un agente físico que da lugar a daños de gravedad variable. Se trata de una energía que actúa sobre el organismo tras haber logrado superar su resistencia, pudiendo produ­cir desde un simple cosquilleo hasta la muerte súbita por electrocución. Pese a que las lesiones eléctricas se producen esencialmente de manera accidental, dadas sus consecuencias en los ani­males que las padecen, es necesario conocer cómo y cuándo aparecen para establecer un tra­tamiento y prevención adecuados.

Antes de seguir avanzando necesitamos definir algunos conceptos relacionados con la electrici­dad y la corriente eléctrica.

La Real Academia de la Lengua Española (RAE), define la electricidad como: fuerza que se manifiesta por la atracción o repulsión entre partículas cargadas, originada por la existencia de electrones y protones.

Por otra parte, la corriente eléctrica se define como la magnitud física que describe la can­tidad de electricidad que pasa a través de un conductor. Esta a su vez puede ser de dos tipos según el sentido de desplazamiento de los electrones: corriente continua, aquella en la que fluyen de forma constante en una direc­ción (baterías o collares eléctricos), y corriente alterna, en la que el flujo de electrones oscila constantemente a intervalos regulares o ciclos (líneas eléctricas y hogares) (García-Alonso, 2014; Shulze et al., 2016).

Otra clasificación habitual se realiza en función del voltaje, así se distingue entre alta tensión, la utilizada para el transporte de la electricidad porque reduce las pérdidas, y baja tensión, en la que se reduce el voltaje a niveles menos peli­grosos, aunque resulta menos eficiente (Gar­cía-Alonso, 2014).

Los parámetros que definen la corriente eléc­trica son:

  • La intensidad (I): cantidad de electrones que se desplazan por un conductor en una uni­dad de tiempo, medida en amperios.
  • El potencial o voltaje (V): fuerza que poseen los electrones para su desplazamiento, cuan­tificada en voltios.
  • La resistencia (R): dificultad que opone un cuerpo al paso de la corriente eléctrica, y que se mide en ohmios (García-Alonso, 2014).

La ley de Ohm relaciona estos tres parámetros de tal forma que, a mayor resistencia, menos electrones logran desplazarse; y a mayor vol­taje, más electrones se mueven. Su expresión matemática es la siguiente: I = V/R.

Mecanismos patógenos

El paso de la electricidad a través de un cuerpo produce lesiones por diversos mecanismos, aunque existen multitud de variables que toman parte en dichos procesos y que no pueden ser medidas (Shulze et al., 2016).

Los daños causados por las descargas eléctricas están producidos por dos mecanismos funda­mentales (Presley, 2005; Shulze et al., 2016):

  • La electroporación, en la cual los campos eléctricos producen daños en las membranas celulares debido al paso de la energía por los tejidos, lo que da lugar a una alteración de las funciones celulares.
  • La generación de calor, que se origina por el paso de la electricidad a través de un mal conductor (cuerpo animal), y produce de este modo quemaduras en tejidos superficiales y en órganos internos.

No obstante tal y como señalamos anterior­mente, hay una serie de factores que condicio­nan la mayor o menor gravedad de una lesión de origen eléctrico:

1 Intensidad de la corriente y voltaje: es el fac­tor más importante en los accidentes eléctricos; en función de esta el contacto con la corriente puede originar desde un simple cosquilleo hasta asistolia.

2 Tipo de corriente: la corriente continua es la menos lesiva, tiende a producir en el animal un único espasmo muscular haciendo que este huya de la zona de contacto. Sin embargo, la corriente alterna se considera tres veces más peligrosa que la anterior, ya que al entrar en contacto con el animal estimula las fibras mus­culares, provocando tetanias que hacen que el paciente quede inmovilizado, impidiéndole sol­tarse del foco que le está produciendo el daño y alargando la duración del contacto.

3 Resistencia: la primera barrera del organismo al paso de corriente es la piel. Esta posee una gran resistencia, aunque no es homogénea en toda su superficie sino que varía en función de su espesor y del grado de humedad (disminuye mucho al humedecerse la piel). Cuando la elec­tricidad atraviesa un cuerpo lo hace siempre por el trayecto que menor resistencia ofrece, y a través de aquellos tejidos que conducen mejor la electricidad. Los nervios, vasos sanguíneos y músculos son mejores conductores que los hue­sos, tendones y la grasa por su mayor contenido en agua.

4 Calor generado: la energía que se emplea para vencer las resistencias se pierde en forma de calor. Esto se conoce como efecto Joule: cuando una corriente eléctrica circula por un conduc­tor se va a producir calor a partir de la energía cinética liberada por el choque entre los electro­nes y los átomos del conductor. De modo que cuanto mayores sean la intensidad o la resis­tencia, mayor será la cantidad de calor que se origine en el organismo incrementando así su temperatura corporal.

5 Tamaño del área de contacto: cuanto mayor sea esta, menos energía actuará sobre el tejido. De este modo una misma corriente puede o no producir daños en un tejido, en función de si se aplica de forma focal o en una zona amplia.

6 Trayecto de la corriente a través del cuerpo: determinará la localización de las lesiones. Las vías de corriente que pasen por corazón o cere­bro van a ser las más peligrosas al alterar las funciones vitales eléctricas de esos órganos.

Extraído de Iván Alonso Fernández y Helena Reino Piñeiro, Electrocución en mascotas, Ateuves 73, pág. 20-24.

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