El pequeño tamaño de los gatos o algunas de sus constantes vitales hacen que su monitorización anestésica presente ciertas complicaciones que hay que solventar.
El objetivo de este artículo es analizar las limitaciones y dificultades que plantea la monitorización de la especie felina durante cualquier procedimiento anestésico así como exponer algunas recomendaciones útiles para que el auxiliar veterinario pueda prevenirlas y, si fuera posible, resolverlas.
Introducción
Los fármacos anestésicos y analgésicos provocan depresión de los sistemas cardiovascular, respiratorio y de la temperatura corporal. Por lo tanto, es fundamental llevar a cabo una monitorización adecuada para detectar complicaciones y poder tratarlas adecuadamente en cada caso. La monitorización cardiovascular básica se realiza mediante auscultación, palpación del pulso periférico y observación de las mucosas y del tiempo de relleno capilar. Para monitorizar la ventilación es importante fijarse en los movimientos del tórax del paciente y del balón reservorio del circuito anestésico. Sin embargo, el uso de monitores específicos permite llevar a cabo una monitorización avanzada más precisa.
La monitorización rutinaria incluye electrocardiograma, pulsioximetría, capnografía, presión arterial y temperatura. Los monitores que se emplean frecuentemente en la clínica veterinaria no están diseñados específicamente para la especie felina, por lo tanto, es importante tener en cuenta una serie de consideraciones especiales durante la anestesia.
Electrocardiograma
El electrocardiograma (ECG) monitoriza la actividad eléctrica del corazón, por tanto, permite detectar alteraciones en el ritmo y la frecuencia cardiacos. También arroja información adicional sobre otras alteraciones como desequilibrios electrolíticos, convulsiones, etc. La frecuencia cardiaca en los gatos varía entre 140 y 240 latidos por minuto y el monitor puede interpretarlo como taquicardia, activando la alarma correspondiente. Para evitarlo, el auxiliar puede cambiar los límites de alarma y programar un intervalo mayor al inicio de la anestesia. Por otro lado, el voltaje del ECG de los gatos es bajo y, frecuentemente, el monitor activa la alarma de asistolia porque no detecta los complejos. Para evitar la confusión, es recomendable que el auxiliar observe la onda de pulso del pulsioxímetro para comprobar que la actividad cardiaca sea normal (figura 1).
Una forma sencilla de comprobar cuál es la frecuencia cardiaca real es multiplicar el número de complejos que se observan en el tiempo que tarda en completarse una línea de ECG en la pantalla del monitor por los segundos correspondientes. Por ejemplo, si la pantalla dura 6 segundos y observamos 13 complejos, multiplicaremos por 10 (6 × 10 = 60 segundos) para saber los complejos que hay en un minuto: 13 × 10 = 130 latidos/minuto.
Pulsioximetría
El pulsioxímetro muestra la onda de pletismografía con la frecuencia de pulso, que debería coincidir con la del ECG, y el porcentaje de hemoglobina saturada de oxígeno, normalmente por encima del 95 %. No obstante, pueden aparecer valores falsamente disminuidos cuando lo utilizamos en gatos debido a una mala adaptación del sensor en esta especie. La pinza del pulsioxímetro se suele colocar en la lengua, el labio, la zona interdigital o en otras áreas donde una arteria se localice superficialmente como las orejas, el metacarpo o el metatarso. Mucosas pigmentadas, vasoconstricción, falta de humedad de la lengua, frecuencia cardiaca elevada, hipotermia, la luz ambiental o una pinza del pulsioxímetro demasiado grande, pueden reducir la calidad de la señal y dar lugar a una interpretación incorrecta. Los pulsioxímetros para humanos normalmente están diseñados para colocarse en el dedo y son difíciles de adaptar en un gato, además pueden lesionar la zona donde se coloque, ya que su tamaño es excesivo y ejerce demasiada presión.
En general, la precisión del pulsioxímetro en gatos es inferior a la que se observa en otras especies como el perro o caballo y puede variar entre los diferentes modelos comerciales disponibles. Por lo tanto, es recomendable usar sensores con pinzas pequeñas, diseñadas para neonatología, pediatría o para la oreja (en humanos), que son más fáciles de colocar en los gatos y reducen el riesgo de lesiones. También se puede mejorar la calidad de la señal cubriendo la pinza de la luz ambiental y utilizando una gasa entre la pinza y la lengua del gato (figura 2).
El auxiliar debe buscar cuál es el lugar donde se obtiene una mejor señal de pulsioximetría antes de que se coloque el campo quirúrgico y la reubicación de la pinza sea más complicada. En cualquier caso, una forma de onda pletismográfica irregular o una frecuencia de pulso que no coincide con la cardiaca, suelen mostrar valores de pulsioximetría poco fiables.
Extraído de Elena García Menéndez y Mario Arenillas Baquero, Consideraciones especiales durante la monitorización en anestesia felina. Ateuves 80, págs. 26-29.
3 comentarios
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Hola, me interesa sus temarios, son muy interesantes
¡Qué bien Maricarmen, muchas gracias por tu comentario!